Desde la industria alimentaria, apoyada por algunos organismos de la salud y representada por los grandes medios de comunicación, nos llegan constantes mensajes promoviendo la necesidad de consumir leche y otros lácteos diariamente para mantener los huesos fuertes y en perfecto estado.

Huesos más fuertes sin lácteos

Si esto fuese cierto, lo lógico sería que los países con un mayor consumo de lácteos tuviesen una menor tasa de rotura de cadera. Sin embargo ocurre justamente lo contrario. Según estadísticas de la Food and Agriculture Organization (FAO) de la Organización de las Naciones Unidas, los europeos de la zona oeste y los norteamericanos consumen una mayor cantidad de lácteos que africanos y asiáticos. Podemos encontrar lácteos en múltiples versiones y en infinidad de platos: repostería, nata, helados, mantequillas, cremas, gratinados, pizzas, hamburguesas, una enorme variedad de quesos, batidos y hasta zumos de frutas con leche.

Las tasas de osteoporosis y fracturas de cadera son más elevadas en los países en los que más lácteos se consume

También es frecuente la suplementación con calcio y los productos enriquecidos. La recomendación de ingesta de calcio según FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética), es de unos 900 y 1000mg diarios. Sin embargo las tasas de osteoporosis y fracturas de cadera son más elevadas en los países en los que más lácteos se consume.

Vegetales con más calcio que la leche

Por otra parte, la mayoría de africanos y asiáticos apenas consumen leche ya que la gastronomía de muchos países (por ejemplo la cocina vietnamita, tailandesa o japonesa) no suele incluir ningún tipo de lácteo entre sus ingredientes. Sorprendentemente para quienes sostienen la teoría de que la salud de los huesos depende del consumo de leche y derivados, el índice de osteoporosis en estos países es el más bajo.

Pero aún podemos ir más allá. Se ha comprobado que los humanos tenían un sistema óseo más fuerte y resistente antes de comenzar a consumir lácteos, gracias, precisamente, al tipo de alimentación que componía su dieta.

El estudiante graduado David Katz, el profesor Tim Weaver y el estadístico Mark Grote, realizaron un estudio tomando como muestras 559 cráneos y 543 huesos de la mandíbula inferior de individuos de orígenes dispersos de casi treinta poblaciones de sociedades preindustriales. Su objetivo era evaluar cómo influye la dieta en el tamaño y la forma del cráneo humano.

El resultado mostró que había diferencias entre los cráneos de las personas que habían consumido lácteos, cereales o ambos alimentos. Katz, quien hoy día es investigador en la Universidad de Calgary (Canadá), afirmó que las diferencias más significativas eran las relativas a las necesidades de masticación, que eran inferiores en los ganaderos que en los recolectores. Este estudio desafía a la industria láctea que defiende y promueve el consumo de lácteos para poder tener unos huesos sanos y fuertes como estrategia de marketing. Katz afirma también, que según el estudio realizado, se pudo comprobar que la ingesta de leche no había dado lugar a huesos más resistentes o más grandes. Fueron otros los factores los que influyeron en la calidad de los huesos como la procedencia o el sexo.

De hecho, la incorporación de lácteos a la dieta habitual junto con otros alimentos blandos, implicaba un menor ejercicio de masticación y esto afectaba directamente a la fortaleza de los huesos. Por el contrario, los recolectores seguían una dieta basada en plantas y frutos silvestres y mostraban unos huesos más fuertes, ya que debían realizar un mayor esfuerzo al masticar los alimentos.

¿Por qué nos hemos empeñado en extender la lactancia durante toda la vida adulta y además tomando la leche de otra especie?

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nuestra especie no consumió leche de otros animales. Fue al iniciarse la agricultura y la ganadería, cuando los lácteos pasaron a formar parte de la dieta en algunas zonas geográficas. En la actualidad, una gran parte de la población mundial es intolerante a la lactosa. Más del 90% de los asiáticos, hasta un 70% de los africanos y casi el 10% de occidentales.

La revista British Medical Journal publicó hace unos años un estudio que avalaba que la leche no es tan buena para los huesos como nos han contado. La investigación se llevó a cabo en Suecia, sobre 100.000 personas, en un periodo de tiempo de 20 años. Los resultados demostraron que había una relación entre un elevado consumo de lácteos y las fracturas óseas e incluso el nivel de mortalidad.  Sin embargo, los grupos de estudio que consumían menos leche, presentaban un menor índice de fracturas y una mejor salud.

La leche, además de lactosa, que es, básicamente, azúcar, también contiene una proteína denominada caseína. Cuando la caseína se descompone en el estómago, libera casomorfina que es un péptido opioide que produce sensaciones de bienestar y es potencialmente adictiva. Esto tiene un sentido evolutivo en la lactancia materna, pero trasladado a los hábitos de alimentación de un adulto, parece bastante contraproducente. La leche de vaca y los quesos contienen un mayor nivel de caseína, por eso hay tanta gente que se siente incapaz de dejar de tomar estos productos.

Pero, si la leche contiene calcio, y el calcio es necesario para los huesos, ¿por qué el consumo de leche acarrea un mayor riesgo de fracturas? Esto es así porque la leche tiene un efecto paradójico en el organismo. Uno de los primeros en hablar de la relación entre la excreción de calcio y el consumo de proteínas fue el doctor Hegsted. Sospechaba que el efecto dañino de la proteína pesaba más que los beneficios del calcio, algo que se ha demostrado recientemente. El consumo excesivo de proteínas a través de los productos lácteos implica una sobrecarga para el riñón y provoca que el calcio se excrete por la orina hasta en un 50%.

Cada vez son más los expertos en nutrición que cuestionan los supuestos beneficios de los lácteos para la salud

Y es que son numerosos los estudios que relacionan su consumo con diversas enfermedades. Entre ellas, la osteoporosis, precisamente la que se pretende combatir con la ingesta de leche.

Nuestro organismo está preparado para recibir un gran aporte de calcio durante el periodo de la lactancia. Una vez finalizada esta etapa, nuestro cuerpo puede funcionar, de forma correcta y con buena salud, con el aporte de calcio que obtiene de una alimentación sin lactancia. Si la leche materna contiene 32 mg de calcio por cada 100 ml, la de vaca tiene 120 mg/ 100 ml, que es la cantidad idónea para cubrir las necesidades de los terneros. Es decir, el mayor requerimiento de calcio de la etapa vital de un humano está cubierta con un alimento que tiene un nivel de calcio cuatro veces menor que la leche de vaca que la población consume a diario. ¿Por qué nos hemos empeñado en extender la lactancia durante toda la vida adulta y además tomando la leche de otra especie?

Falsos mitos sobre la leche de vaca y alternativas saludables

Al consumir productos lácteos, la densidad de la masa ósea permanece en buen estado durante un periodo, pero al cabo de un tiempo el organismo se agota y comienza a descender de forma prematura. Sin embargo, cuando no se toman lácteos la densidad se mantiene durante toda la vida y comienza a perderse de forma natural por el proceso de envejecimiento. Esto explica por qué, en países donde no toman leche, la salud ósea es mejor, y también por qué los humanos teníamos los huesos más fuertes antes de consumir lácteos.

Autora: Noemí Alba, Activista por los derechos de los animales

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Publicado en Bueno y Vegano Marzo 2019

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