A pesar de que el Judaísmo oficialmente no es una religión vegetariana, en la comunidad judía liberal es quizá donde más se ha reflexionado sobre los valores éticos promovidos por el pensamiento vegano.

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Alimentos kosher y alimentos taref

La religión judía presenta una gran complejidad en lo relativo a las pautas de alimentación, ya que para los fieles, todos los alimentos aptos y todas las restricciones están enmarcadas en una profunda dimensión simbólica. Según la Torá, las escrituras sagradas que contienen la ley y el patrimonio identitario del pueblo judío, Dios, conocedor de la función propia de cada alimento, quiso instruir a la humanidad a través de un conjunto de leyes que constan en el Levítico (uno de los cinco libros del Tanaj, Antiguo Testamento hebreo). Este articulado sobre las pautas alimentarias es conocido como Kashrut, cuya finalidad es procurar el bienestar físico y psíquico de las personas a partir de una alimentación adecuada y saludable. Kosher es el término que designa los alimentos aptos para el consumo humano, en contraposición al término Taref, que designa las prohibiciones. No obstante, la Kashrut profundiza más allá, puesto que también establece combinaciones adecuadas e incompatibilidades entre alimentos permitidos, así como restricciones temporales.

De manera similar a las otras religiones, todos los vegetales son kosher (sin restricciones). Sin embargo, entre las carnes y otros productos derivados de origen animal encontramos los alimentos taref (prohibidos) y los alimentos entre los cuales existen ciertas incompatibilidades.

A pesar de que no toda la población de Israel se considera religiosa, la Kashrut está muy presente en la vida diaria y los productos veganos han contado con buena aceptación

Básicamente, podemos resumir que las carnes permitidas son las aves, salvo las carnívoras y las carroñeras (de estas tampoco se permiten sus huevos) y los mamíferos terrestres rumiantes que tienen pezuña hendida. Ambas condiciones son imprescindibles. Cumplen los requisitos los bóvidos y los ovicaprinos, por lo tanto, los cerdos, los equinos, los conejos y las ranas son taref. La leche de un animal taref es por consiguiente taref. Además, para que una carne sea considerada kosher, también debe cumplir con una serie de procedimientos que aseguren su pureza y máximo nivel de higiene en el momento de la matanza y procesado. El animal debe estar completamente sano, y el sacrificio (Shejitá) debe ser realizado por un Shojet (matarife rabino) con la finalidad que el animal sufra lo menos posible, respetando así la dignidad de la obra de Dios. No obstante, la praxis habitual de los mataderos kosher, según han podido documentar organizaciones en defensa de los Derechos Animales como la norteamericana People for the Ethical Treatment to Animals (PeTA), es inevitablemente cruel, así lo demuestran grabaciones llevadas a cabo con cámara oculta, puesto que es imposible matar a los animales sin hacerles sufrir, porque el maltrato es algo inherente a la industria cárnica. Los peces y los animales marinos deben tener aletas (senapir) y escamas (kaskéset) para cumplir las condiciones kosher. Todos los mariscos y bivalvos, así como el tiburón, el delfín, el pulpo y el esturión son taref.

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Muchos judíos son vegetarianos o veganos por convicción, pues no solamente resulta una manera más pragmática de aplicar la Kashrut, sino también una manera de entender de forma coherente los valores morales del Judaísmo y reflexionar sobre la persecución y el sufrimiento al que se ha sometido este pueblo semita. Franz Kafka ya fue un destacado defensor de los animales y vegetariano por convicción. La comunidad judía, en el seno del judaísmo liberal, es quizá una de las que más ha reflexionado sobre los valores éticos promovidos por el movimiento vegano por la liberación animal, entre los que destaca el filósofo Peter Singer, autor del clásico ensayo Animal Liberation’.

Muchos judíos han tomado la decisión de abstenerse de comer carne a partir del mandato de la Torá Tsa’ar ba’alei chayim en el cual se refiere al imperativo moral de no causar sufrimiento a los animales. Según David Rosen, rabino de Irlanda, el trato que reciben millones de animales en las granjas industriales actuales es inaceptable de acuerdo con los preceptos establecidos en las leyes judías. Según las reflexiones de Rabbi Ephraim Lunchitz, autor de la obra Kli Yakar, un ensayo sobre la Torá, los fundamentos éticos de la Kashrut conciben el vegetarianismo como la dieta ideal. En los años setenta del siglo XX, el rabino Rabbi Zalman Schachter-Shalomi, quien fue uno de los fundadores del Jewish Renewal Movement, impulsó el movimiento llamado eco-Kashrut o eco-Kosher, una forma de activismo para extender unas pautas alimentarias basadas en las leyes dietéticas judías y a la vez tomando en consideración los criterios para una alimentación sostenible. Dicho autor, elaboró guías alimentarias informativas más allá de la kashrut tradicional para tomar en cuenta los costos humanos y ambientales de la industria alimentaria, para que los fieles pudieran decidir qué comer o qué no comer, en función de sus consecuencias sociales y ambientales. En la década de los noventa, gracias al trabajo del rabino, autor y activista reconstruccionista, Arthur Waskow, el movimiento obtuvo un resurgimiento. A mediados del año 2000, una tercera ola fue impulsada en parte por una serie de escándalos derivados de malas praxis en instalaciones de producción de alimentos kosher.

Muchos judíos son vegetarianos o veganos por convicción

El Holocausto o Shoá, como es preferible llamarlo de acuerdo con los criterios tomados en consideración por la comunidad judía, y sus paralelismos con el trato que reciben los animales en la ganadería industrial también ha sido un motivo de reflexión en obras de pensadores judíos diversos, como por ejemplo el célebre Isaac Bashevis Singer, Premio Nobel de Literatura en 1978, quien describió a través de un personaje de su novela The Letter Writer que el trato que dan los humanos a los animales es como un eterno Treblinka. Singer, destacado vegetariano, escribió «en relación con los animales, todos los humanos son nazis; para los animales, el mundo es un Treblinka sin fin». De un modo parecido, J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura en 2003, invocó la imagen del matadero en la novela Elizabeth Costello al describir el trato que los nazis habían dado a los judíos: «en el siglo XX, un grupo de hombres poderosos y de mente sangrienta en Alemania tuvieron la idea de adaptar los métodos de los almacenes industriales, desarrollados y perfeccionados en Chicago, a la matanza, o lo que ellos preferían llamar el procesamiento, de seres humanos». También en relación a la Shoá, el Rabino de Nueva York Rav Sharaga Feivel Mendlowitz (1886-1948), decidió dejar de comer carne después de la II Guerra Mundial porque ya había habido demasiadas matanzas en este mundo. La destacada escritora feminista y activista animalista norteamericana Roberta Kalechofsky, perteneciente al grupo Judíos por los derechos de los animales y miembro de PeTA, también reflexionó en su ensayo El sufrimiento de los animales y el Holocausto, sobre las conexiones morales existentes entre ambas catástrofes.

En la actualidad, las estadísticas indican que Israel es el país con el mayor porcentaje de personas veganas del mundo y a pesar de que no toda la población de Israel se considera religiosa, la Kashrut está muy presente en la vida diaria y los productos veganos han contado con buena aceptación. Según el activista Daniel Adar, al ser un país pequeño, los movimientos sociales se esparcen rápido y así ha ocurrido con el veganismo.

Autora: Helena Escoda Casas, Historiadora y antrozoóloga, profesora de ciencias sociales

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