El turismo mundial no deja de crecer. Un total de 1.400 millones de personas viajaron por el mundo en el año 2018, un 6% más que el año anterior, según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT). El turismo crea empleos y desarrollo económico, pero también tiene efectos negativos para el medio ambiente y las comunidades que lo reciben.

¿Puede el turismo ser sostenible?

El turismo convencional mueve a grandes cantidades de viajeros siempre por los mismos lugares, una rutina que provoca contaminación de las reservas naturales, desplazamiento de la población local ante la llegada de visitantes, aumento de la presión en los servicios públicos y las infraestructuras, etc.  Ante tal panorama, cada vez más destinos como Cinque Terre (Italia) o las islas Phi Phi (Tailandia) limitan la llegada de turistas.

La buena noticia es que si el turismo se gestiona bien puede ser un impulso económico y social para la comunidad, y generar un menor impacto en el medio ambiente. Y es aquí cuando entra en juego el turismo sostenible, un gran reto internacional que necesita de la colaboración de la administración pública, la empresa privada y la sociedad.

Según la OMT, el turismo sostenible es aquel “que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas”.

Cada vez hay más personas que buscan que sus viajes tengan un impacto positivo -o menos negativo- en los países que visitan, tanto a nivel social como económico y medioambiental, y por ello visitan destinos sostenibles, compran en agencias de viajes en función de su apuesta por la sostenibilidad y adoptan prácticas responsables durante sus viajes. Por ejemplo, según datos de la OMT, 8 de cada 10 turistas prefieren alojamientos que tengan iniciativas y prácticas ecológicas y sostenibles como puede ser una buena gestión de los residuos.

A pesar de que las ciudades sólo ocupan el 3% de la Tierra, representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono

Junto con la elección de alojamientos eco-friendly, los viajeros pueden fomentar que el impacto económico de sus viajes recaiga en la población local del país comprando en pequeñas empresas familiares y dejando propinas. Asimismo, los viajeros responsables pueden evitar el uso innecesario de energía y agua -utilizando las toallas de los hoteles durante varios días, por ejemplo- y reducir la contaminación de todo tipo, especialmente la de plástico.

En lo relacionado con el medio ambiente y la fauna, los viajeros pueden dejar la menor huella posible compensando las emisiones de dióxido de carbono de sus vuelos, evitando participar en actividades turísticas con animales salvajes en cautividad como las excursiones a lomos de elefantes, respetando las normas de avistamiento de fauna y no comprando souvenirs de origen animal, vegetal, mineral o arqueológico.

Los destinos más sostenibles

Ser una ciudad o un país eco-friendly es más que contar con muchos árboles, detrás hay una apuesta pública para dinamizar buenas prácticas y conciencia social con cambios de políticas.

Costa Rica es uno de los países más sostenibles del mundo con una histórica preocupación por el medio ambiente. El país centroamericano es un referente a nivel mundial por hacer de la sostenibilidad una política de Estado. Y gracias a ello, hoy el turismo es una industria exitosa. Llevan trabajando en la materia desde los años 80. El Instituto Costarricense de Turismo creó hace casi 20 años la certificación de sostenibilidad turística: primero con los hoteles y después con los coches de alquiler y restaurantes. Actualmente, la mayoría de los establecimientos hoteleros del país tienen avalada sus prácticas sostenibles.

Además, el país apuesta por abastecerse con energías renovables: la hidráulica, la eólica, la solar y la geotérmica. En 2015 consiguió usar electricidad producida 100% con energía renovable durante tres meses seguidos. Una hazaña que ha repetido en los últimos años.

Las ciudades también juegan un papel importante en materia de sostenibilidad, ya que albergan a la mayoría de la población mundial. A pesar de que las ciudades sólo ocupan el 3% de la Tierra, representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono.

¿Puede el turismo ser sostenible?

Reikiavik, la capital islandesa, se abastece casi en un 100% de energías renovables: geotermal e hidroeléctrica. Y los autobuses que circulan por la urbe utilizan hidrógeno como combustible. Por su parte, Copenhague tiene un ambicioso plan para ser la primera urbe cero emisiones de todo el planeta. La fecha prevista para conseguir tal reto es en 2025. Para lograrlo, apuesta por la planificación urbanística y de movilidad: persigue que el 75% de los viajes dentro de la ciudad se hagan a pie, en bicicleta o en transporte público y ha legislado obligando a los edificios de nueva construcción a instalar algún tipo de cubierta verde, entre otras medidas.

En España, destaca Vitoria. La ciudad vasca ha conseguido situarse como una de las ciudades más sostenibles del mundo por su plan de movilidad sostenible -cuenta con 150 kilómetros de carril bici-, su gestión de residuos y el proyecto de Anillo Verde, un conjunto de parques que rodean la ciudad. En septiembre de 2019 fue distinguida como Global Green City (Ciudad Verde Global) por las Naciones Unidas. Ya en 2012 fue Capital Verde Europea.

Menorca también busca hacerse un hueco como destino sostenible. Durante los años 70 y 80, la población de la isla se movilizó para frenar el proceso de desarrollo destructivo que provocó el boom turístico y crear un modelo sostenible. Hoy, esta Reserva de la Biosfera, sigue avanzando en esa línea con iniciativas como la certificación de Destino Starlight, la ampliación de la reserva al mar, la estrategia de descarbonización Menorca 2030 y la marca de sostenibilidad Menorca Reserva de la Biosfera.

Autora: Cristina Fernández, Periodista & Blogger, www.paladarvegano.blog  |  www.viajesveganos.com

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