Sandra tiene la mirada dulce y el pelo largo color rojo, a veces algo alborotado, su andar y sus movimientos son finos y suaves, un poco felinos se podría decir, ella es vegetariana y le encanta todo lo que es dulce, en particular las pasas de uva. También le gusta mirar revistas y cuando ve algo que le gusta, lo recorta y lo guarda. Sandra es una orangutana muy especial, ya que su código genético está compuesto por dos subespecies de orangutanes, uno de Sumatra y otro de Borneo.

Esta mezcla tan especial es imposible de encontrar en la naturaleza, ya que el mar de Java separa a estas dos islas, por ende, esta cruza no puede darse de otra forma que no sea por medio de la intervención humana. Sandra nació el día de San Valentín en el año de 1986 en Rostock Zoologischer Garten, un zoológico al norte de Alemania. A la edad de 9 años fue trasladada a vivir a un zoológico en Argentina junto con Max, otro orangután, quien era su compañero de juegos. Sin embargo, después de unos años, los dueños del zoológico decidieron mandar a Max a otro zoológico en la ciudad de Córdoba de este país. Años más tarde, en el zoológico, surgió la idea de reproducirla, por lo cual en el año 1999 Sandra dio a luz a un bebé orangután llamado Gembira.
Para Sandra la transición a la maternidad fue un paso muy duro, ya que ella misma, al no haber crecido con su madre, no logró desarrollar las habilidades maternales necesarias para encargarse de Gembira, así que el bebé fue criado por el personal del zoológico. La relación entre ambos mejoró bastante con el tiempo, ya que años más tarde Gembira y Sandra se convirtieron en grandes compañeros de juegos y permanecieron juntos durante muchos años hasta que Gembira se convirtió en un adolescente, fue entonces cuando decidieron enviarlo a un zoológico en China en el año 2001. La partida de Gembira tuvo un impacto muy grande en la calidad de vida de Sandra, ya que a partir de este año ella se quedó completamente sola. Los visitantes del zoológico comenzaron a notar en ella comportamientos distintos a los que normalmente tenía, por ejemplo, se escondía detrás de las rocas artificiales de su recinto y se la notaba deprimida, el descontento de la gente empezó a crecer así que intentaron ayudarla por varios medios.
Sandra había sido privada de manera ilegítima y arbitraria de su libertad por parte de las autoridades del zoológico
Sin embargo, fue hasta el año del 2014 que la Agrupación de Bienestar Animal (AFADA) Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales presentó un caso junto con el abogado Andrés Gil Domínguez ante la Corte de Buenos Aires, para reclamar los derechos aunados a la «personalidad jurídica» de Sandra, teniendo como base la idea de que Sandra había sido privada de manera ilegítima y arbitraria de su libertad por parte de las autoridades del zoológico, también mencionaron que su salud física y mental se encontraba en ese momento severamente deteriorada, incluso con riesgo inminente de muerte. Por lo tanto, necesitaba otro lugar que le brindara las condiciones adecuadas a su especie. La estrategia legal, aunque poco ortodoxa, estaba bien, ya que el caso se quería presentar ante la justicia penal bajo el habeas corpus, el cual, de acuerdo al abogado Gil Dominguez «normalmente se utiliza para exigir el derecho fundamental que tiene un detenido de comparecer de manera inmediata ante un juez y que este determine si su arresto es legítimo y si no lo es deben dejarlo en libertad en ese instante.»
Este caso implicaba una gran hazaña legal, ya que de acuerdo al Código Civil de Argentina los animales son considerados «cosas muebles» que pueden «transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose por sí mismas, o por una fuerza externa». Por lo tanto, para la Ley, los animales no pueden ser considerados como personas jurídicas.

La interposición del habeas corpus fue hecha contra la empresa concesionaria del zoológico y contra el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ya que ellos eran los propietarios del predio donde se encontraba el zoológico. Así, después de largos meses de batalla e incluso burlas por parte de abogados colegas, en el año 2015, la jueza argentina Elena Liberatoris declaró que Sandra o «mi amiga Sandrita», como ella la llama, es una «persona no humana»; por lo tanto, goza de algunos derechos legales y mejores condiciones de vida, estas relacionadas a las necesidades de su especie. La juez Liberatoris declaró entonces que Sandra debía ser trasladada lo antes posible a un Santuario. Cabe mencionar que la jueza tomó el caso muy en serio, convocó expertos nacionales e internacionales para asesorarse y conformar una mesa técnica para elaborar un dictamen en relación a la situación de Sandra. El gobierno de la ciudad apeló contra la decisión de la jueza Liberatori, pero el Fuero Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad de Buenos Aires, aunque no quiso negar ni ratificar la condición de Sandra como «persona no humana», confirmó que el gobierno debería garantizar las condiciones adecuadas para ella, pues la seguía reconociendo como «ser sintiente». Después de este fallo de la Corte, Sandra se convirtió en el primer orangután y probablemente el primer animal en el mundo en recibir el estatus legal de «persona no humana». Este fallo excepcional otorgó a la orangutana derechos básicos, como a la vida, a la libertad y la premisa de «no sufrir daños» tanto físicos como psicológicos.
Al finalizar el juicio aún había que resolver que hacer con Sandra ya que desafortunadamente en el continente americano solo hay un santuario acreditado para orangutanes, el Centro para Grandes Simios (Center for Great Apes), que se encuentra en la zona rural de Wuachula, perteneciente al Estado de Florida, en los Estados Unidos, el cual, al solicitarles acogida para Sandra, aceptó. A pesar de la buena noticia, el viaje representaba otro reto, ya que había que considerar el largo traslado. A los amigos de Sandra les preocupaba si iba a soportarlo, así que le realizaron todo tipo de pruebas médicas para asegurar que llegara a salvo. Es así, como después de años de tramitar permisos, tanto a nivel internacional como federal, Sandra llegó en noviembre de 2019 a su nuevo hogar en el Santuario de Florida. Sandra se adaptó rápidamente y lo primero que hizo al entrar en su nuevo recinto fue trepar al árbol más alto que encontró, siendo este un comportamiento muy definido en los orangutanes de Sumatra. Este momento fue muy emotivo, ya que demostró la clara necesidad que tenía Sandra de un lugar mejor, uno más acorde a su especie, ya que en el zoológico en Buenos Aires no contaba con ningún árbol, ni cuerdas para subir. Sin duda, su traslado al santuario fue la mejor decisión para ella. En el Centro para Grandes Simios, ella es muy querida, sobre todo por su personalidad dulce y curiosa. Sandra se ha aclimatado tan bien que incluso ha desarrollado una muy estrecha amistad con otro orangután llamado Jethro. Su vida cambió inesperadamente para mejor; con todo el esfuerzo de por medio de tanta gente involucrada. Al mismo tiempo, sin saberlo en ese entonces, todos ellos también les cambiaron la vida a muchos otros animales, ya que este caso ahora se toma como un precedente para reclamar derechos legales para otros.
Autora: Rosa María Cajiga, Licenciada en Derecho Ambiental y Derecho Constitucional, Máster en Derecho y Sociedad Animal
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