La filosofía del veganismo es clara. Su primera regla de oro es evitar causar daño a otros. pero ¿Qué sucede con los animales de servicio?

Animales de servicio en el veganismo
123rf Limited©gogian. Persona ciega con perro guía en la escalera mecánica con el instructor

El caso de los animales de servicio

Aquellos como yo que la aplican totalmente en su estilo de vida (veganos éticos), sabemos que debemos evitar contribuir a cualquier explotación de cualquier animal (la segunda regla de oro) ya que todas les causan daño. Permitir alguna explotación de algún tipo de animal puede implicar especismo (discriminación en contra de una especie), que en el mundo vegano es considerado tan grave como el racismo. Evitar el especismo es la tercera regla de oro.

Pero no vivimos en un mundo blanco y negro. En este mundo lleno de matices, condiciones, consideraciones y connotaciones, o todo es gris, o todo es multicolor. A veces, se da la luz verde a situaciones excepcionales que normalmente una regla nos da la luz roja. En el mundo vegano, uno de los temas más debatidos sobre excepciones potenciales a la segunda regla de oro es el caso de los animales de servicio.

Pero, ¿qué es un animal de servicio?

Es cualquier animal domesticado (normalmente un perro) que está entrenado para realizar tareas en beneficio de una persona con una discapacidad, incluyendo una discapacidad física, mental, sensorial, o psiquiátrica. Tales tareas pueden incluir tirar de una silla de ruedas, alertar acerca de un sonido, recuperar objetos que se han caído, o ayudar a personas con impedimentos visuales a moverse en la calle (por ejemplo, perros de guía).

Lo primero que tenemos que considerar es si el servicio otorgado por estos animales es un tipo de explotación. La mayoría de los actos de explotación animal son fácilmente identificables, y la agricultura animal cubre muchos de ellos. Pero otros pueden ser más difíciles de reconocer.

En este mundo lleno de matices, condiciones, consideraciones y connotaciones, o todo es gris, o todo es multicolor

Para mí la explotación animal es «el uso de animales con fines de lucro, beneficio social, ritual, ocio, trabajo o subsistencia en los que el animal no es un participante voluntario, o ha sido coaccionado física o psicológicamente para participar». Es cualquier acción que viola la autonomía corporal (el derecho a gobernar lo que le sucede a tu cuerpo) de un animal, o el consentimiento informado (permiso otorgado después de comprender las implicaciones de la acción) de un animal capaz de tomar decisiones sobre su vida.

¿Qué es «servicio»?

El «servicio» que estos animales dan es el mismo que la gente que trabaja en profesiones dedicadas a ayudar a personas con discapacidades también dan. Si consideramos que tales tareas son «trabajo» que merece remuneración, no hay duda de que esto es también aplicable a los animales que trabajan proporcionando las mismas tareas con las mismas funciones. Y considerando que tales animales no son libres de escoger lo que quieren hacer, y han recibido entrenamiento exhaustivo por profesionales para realizar tareas específicas, podemos argumentar que tales animales han sido psicológicamente coaccionados para participar en tal trabajo. Por tanto, desde el punto de vista de mi definición, el uso de animales de servicio es explotación animal.

Por otro lado, un perro que ya ha sido entrenado y ya está «sirviendo» a una persona discapacitada puede que esté muy bien cuidado y tenga una relación de compañerismo beneficiosa. Puede que el vínculo fuerte creado entre ambos haga que el perro «disfrute» con cualquier tarea que complazca a su compañero. De hecho, esto ocurre con todo tipo de «mascotas» en tales relaciones, independientemente si hay alguna discapacitación de por medio. Y puede que un perro de servicio sufra menos la ansiedad de separación que algunos perros padecen cuando se les deja solos en la casa durante horas.

Un perro que ya ha sido entrenado y ya está «sirviendo» a una persona discapacitada puede que esté muy bien cuidado y tenga una relación de compañerismo beneficiosa

¿Son, pues, los perros de servicio una excepción legítima de la segunda regla de oro del veganismo?

Puede que algunos sí, pero creo que otros no. Ayudar a otros seres sintientes que nos necesitan es lo que los veganos hacemos, y una persona con discapacidad es también uno de estos seres. Pero sabemos que no deberíamos sacrificar una víctima para beneficiar a otra. Como veganos, debemos ayudar a todas las víctimas sin sacrificar a ninguna.

Para evitar discriminación, podemos ayudar a todas las personas con una discapacidad que, si así lo deseen, quieren desarrollar el mismo tipo de compañerismo positivo con perros o gatos que otra gente disfruta. Pero no creo que estos animales deban ser específicamente criados y entrenados para convertirse en el equivalente sintiente de un bastón de ciego o un audífono. Si el concepto de «sirvientes» humanos que se crían y capacitan para ayudar a las personas discapacitadas no es ético, entonces debo considerar que, en general, el concepto sigue no siendo ético si usamos animales no humanos.

Pero si los veganos aceptamos adoptar a perros y gatos abandonados, o en perreras esperando ejecución, y consideramos adecuado darles un hogar y compartir nuestra vida con ellos de forma respetuosa e igualitaria, también deberíamos aceptar lo mismo para humanos, perros o gatos, que tienen una discapacidad. Y si la relación entre tales compañeros es tan positiva y beneficiosa que uno ayuda al otro a sobrepasar los obstáculos creados por tal discapacidad, esto puede ser beneficioso para ambos.

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De perros a sirvientes

Pero otra cosa es «criar» a «sirvientes» que se les entrena por vida para proporcionar un servicio a seres considerados «superiores». Ahí hemos cruzado la línea. Ahí hemos pasado de compañeros a dueños. De perros a sirvientes. De víctimas rescatadas a «utensilios» diseñados para una tarea. Allí estamos «objetivando» a una nueva víctima de una nueva «industria» innecesaria creada para beneficiar a una especie con la explotación de otra.

Además, cuando consideramos que hay tantos perros abandonados, esperando adopción desesperadamente, criar perros de razas particularmente diseñadas para una tarea, y entrenarlos para ser sirvientes de por vida limitando la vida que podrían tener, es otro motivo para evitar apoyar la industria de animales de servicio. No necesitamos más perros y gatos. Necesitamos que los que existen sean adoptados.

¿Existe solución al dilema?

Por tanto, la solución a este dilema podría ser convencer a personas con discapacidades que desean compartir su vida con un perro a no usar perros de servicio de por sí, sino a adoptar a perros que necesitan rescate, y luego ayudar a enseñarles a realizar las tareas que la persona necesita.

¿Cuál es la diferencia entre un africano trabajando en un campo de algodón en Luisiana, en el siglo XVIII y en el siglo XX? A primera vista la diferencia parece mínima, pero sabemos que, incluso si consideramos que el segundo caso aún puede involucrar explotación, la diferencia es en realidad abismal. Y tal diferencia no se basa en el trabajo de por sí, sino en el concepto que define la relación entre el trabajador y quien lo emplea, y la industria generada a su alrededor. Lo mismo podemos decir en al caso de animales de servicio.

Tanto personas discapacitadas como perros o gatos que necesitan un hogar tienen el derecho a desarrollar compañerismo interespecífico mutualmente beneficioso

Compañerismo

Yo creo que el concepto y la industria son incompatibles con el veganismo. Pero tanto personas discapacitadas como perros o gatos que necesitan un hogar tienen el derecho a desarrollar compañerismo interespecífico mutualmente beneficioso que puede que incluya tareas hechas para mitigar los problemas creados por las incapacidades del otro.

Como vegano ético yo estoy en contra de la industria de animales de servicio que genera nuevas víctimas de forma innecesaria (ya que tales servicios se pueden obtener sin involucrar animales, con tecnología o la ayuda de otras personas), pero a favor de los animales que prestan tales servicios, y de las personas que sufren discapacidades y adoptan perros o gatos.

Autor: Jordi Casamitjana, Zoólogo especialista en comportamiento animal

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