El patriarcado y el machismo están tan arraigados en nuestras raíces culturales que, inclusive en el movimiento vegano por los derechos de los animales no humanos, no hemos conseguido librarnos de todos los micromachismos y ciertas representaciones sociales en que la misoginia está todavía muy presente de forma encriptada. En el movimiento vegano todavía podemos hallar micromachismos, a pesar de que es un movimiento que debería combatir todas las formas de opresión.

El racismo, el sexismo, la homofobia, así como el especismo son formas de discriminación y opresión muy arraigadas en las culturas gestadas en el Viejo Mundo, pues la dinámica de la Historia de la Humanidad ha estado condicionada por las desigualdades, causa de múltiples injusticias y aberraciones. En realidad, las razones por las cuales existen desigualdades arbitrarias entre seres, humanos y no humanos, son básicamente económicas, para enriquecerse y acumular recursos a costa de la explotación de otros. Las diferencias son sólo un pretexto. Sin embargo, a menudo, se ha pretendido encontrar una explicación natural y racional para poder justificar las injusticias. Estas explicaciones se han transmitido a través de las creencias religiosas o a través de la pseudociencia, la superstición y la tradición cultural, construyendo un cuerpo explicativo del supuesto orden natural de las cosas, un pensamiento que todavía se encuentra en nuestro subconsciente.
La gynopia y la misoginia en el movimiento vegano
En relación al sexismo, el pensamiento occidental desde su génesis ha concebido a las mujeres como el sexo débil, como seres subordinados al hombre, además de su herramienta de reproducción. La Historia de la humanidad ha sido una gran experiencia desigual entre hombres y mujeres. Las mujeres han sufrido una exclusión ejercida desde dos pilares fundamentales: la gynopia y la misoginia. La primera consiste en invisibilizar a las mujeres, en ignorar todas sus actividades, sus logros y éxitos, excluir su presencia del ámbito público, para eclipsar su potencial y su talento y, en consecuencia, negar sus derechos y necesidades. Por ejemplo, cuando se habla del primer sufragio universal, se debería especificar siempre que se trataba del sufragio universal masculino.
Las razones por las cuales existen desigualdades arbitrarias entre seres, humanos y no humanos, son básicamente económicas
La misoginia, por su parte, consiste en despreciar e incluso fomentar el odio hacia las mujeres, culpándoles de todos los males y los errores de los hombres. Los ejemplos de misoginia son constantes en la Biblia, así como en otras escrituras sagradas. El término misoginia procede de la composición de palabras griegas que significan: odio y mujer. De este modo, el sexismo misógeno ha conllevado que la visión transmitida de la Historia sea profundamente androcéntrica, centrada únicamente en el hombre, concibiendo el trabajo y el pensamiento femenino como irrelevante o absurdo.
Dos movimientos muy relacionados
La relación entre el movimiento por los derechos de las mujeres y por los derechos de los animales no humanos es muy estrecha, puesto que ambos han sido excluidos de sus derechos en la sociedad patriarcal tradicional. El concepto Derechos para los Animales fue entrelazado por primera vez como ironía burlesca en respuesta al primer manifiesto feminista de la historia escrito propiamente por una mujer, La Vindicación de los Derechos de la Mujer (1772), de la británica Mary Wollstonecraft.
La relación entre el movimiento por los derechos de las mujeres y por los derechos de los animales no humanos es muy estrecha
En 1974, la pensadora libertaria y militante del Partido Comunista Francés, Françoise de Eaubonne, introdujo un nuevo concepto en el pensamiento occidental, el Ecofeminismo, una teoría que derivó en un movimiento social que sostiene la existencia de vínculos profundos entre la subordinación de las mujeres y la explotación destructiva de la naturaleza. Su principal objetivo es alcanzar la justicia para las mujeres y transformar la relación humana con los demás seres vivos.
No es casualidad que la militancia vegana y animalista sea mayoritariamente femenina, como en tantas otras causas solidarias. Por ello, es importante seguir trabajando en el desmantelamiento cultural de la masculinidad tóxica, precisamente aquella en la que se sostiene también el especismo y que atribuye a la masculinidad aficiones como la caza, la cultura taurina, las dietas centradas en las carnes, etc. Estos ejemplos son paradigmáticos y nos muestran que existe una conexión entre los distintos tipos de opresiones. Por esta razón es tan importante evitar que las campañas para promover el veganismo no se contaminen de publicidad sexista que utilice el cuerpo de la mujer como objeto de consumo o reclamo.
Autora: Helena Escoda Casas, Historiadora y antrozoóloga, profesora de ciencias sociales
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