De todos es sabido que a los niños les encantan los dulces, y entre sus preferidos se encuentran las golosinas, como los caramelos o las gominolas, que además se pueden encontrar en todo tipo de formas, colores y sabores. A los adultos también nos gustan las chuches, pero nuestro sentido del gusto es mucho más amplio. En la infancia, por el contrario, está más limitado con una preferencia innata por lo dulce, y un rechazo por lo amargo. Esto tiene una explicación sencilla. La leche materna, al ser rica en lactosa, posee un sabor dulce.

Di NO a las chuches tóxicas de origen animal para lo “peques”

Durante la lactancia, el bebé desarrolla una predilección por la leche materna sobre otros alimentos y esto hace que, posteriormente, el niño se siga decantando por este tipo de sabor. Por otra parte, el dulce es el sabor propio de los alimentos con más más calorías, que son imprescindibles para el crecimiento de los niños. Es por esto que durante las etapas de desarrollo, tienen una especial inclinación por los alimentos dulces, algo que va disminuyendo al final de la adolescencia, cuando el desarrollo físico está finalizando.

El problema es que actualmente la oferta de alimentos dulces es excesiva y la mayoría no son nutritivos, además de contener una cantidad de azúcar que sobrepasa lo recomendable. La naturaleza, sin embargo, proporciona alimentos dulces, como la leche materna o la fruta, que aportan una cantidad justa y razonable de azúcar, además de otras sustancias beneficiosas para el cuerpo y la salud. La sobreabundancia de azúcares hoy día comienza a ser un problema, y no se encuentra solamente en las chuches o la bollería industrial, si no que es un ingrediente incluido en una gran cantidad de productos como el pan de molde, el tomate en conserva, las pizzas congeladas o algunas salsas, entre muchos otros.  Así que, si unimos la clara preferencia de los niños por lo dulce, y la accesibilidad a un sinfín de alimentos extremadamente azucarados, tenemos como resultado un abuso peligroso que ya se está manifestando en la salud de muchos pequeños. En España, el 32,1% de los niños en edades comprendidas entre los 7 y los 13 años, tienen problemas de exceso de peso, situándose en el quinto país europeo con mayor tasa de obesidad infantil.

Entre las chuches más consumidas se encuentran las gominolas y las nubes de azúcar, que están compuestas principalmente por glucosa y azúcar. Pero además se añaden gelificantes que se extraen de los cartílagos y la piel de animales, generalmente cerdos. Estos subproductos pasan por un proceso de hervido, para extraer el colágeno, que más tarde se depura y se transforma en polvo. Este polvo se mezcla con azúcar y aromas, y se hidrata para dar lugar las chuches que encontramos se ofrecen tentadoramente en numerosas tiendas. Algunas de estas chuches de textura gomosa son de origen vegetal, y el gelificante de origen animal se sustituye por pectina, extraída de la fruta. Sin embargo esto no las hace más apropiadas ni menos dañinas.  Además de una cantidad de azúcar desmedida, estos alimentos de aspecto inofensivo y apetitoso, contienen una serie de aditivos, totalmente prescindibles e innecesarios. Estos son los más utilizados:

  • Colorantes. El más común es la tartracina (E-102) un colorante azoico sintético que da el color amarillo. Algunos científicos están alertando sobre el uso del dióxido de titanio (E-171), que se emplea sobre todo en la fabricación de chicles.
  • Conservantes. Sirven para detener el deterioro de los alimentos que causan los microorganismos. Los de uso más frecuente son el anhídrido sulfuroso (E-220), y los sulfitos y metasulfitos (E-221, E-222, E-223, E-224, E-225, E-226, E-227). El ácido benzoico (E-210) también se usa para la conservación, así como los benzoatos e hidroxibenzoatos. Igualmente están presentes sustancias como nitritos y nitratos (E-249, E-250, E-251, E-255).
  • Antioxidantes. Se añaden para evitar que las grasas se pongan rancias. El galato de propilo (E-310), galato de octilo (E-311) y galato de dodecilo (E-312), son los más importantes.
  • Potenciadores del sabor. Son sustancias que tienen la particularidad de reformar el aroma y el gusto de los alimentos. El más conocido es el glutamato monosódico (E-621).

El uso de aditivos está regulado por la Comunidad Europea, que elabora una serie de listas que todos los países de la UE deben cumplir. Todos aquellos que quieran saber cuales son los aditivos autorizados en España, en qué tipo de alimentos y en qué cantidades se pueden usar, puede consultarlo en el  Boletín Oficial del Estado (BOE del 12-1-96 para los edulcorantes, BOE del 22-1-96 para los colorantes y BOE del 22-3-97 para todos los demás. Para que un aditivo se incluya en estas listas, tiene que haber sido sometido a pruebas que confirmen su inocuidad y evaluado toxicológicamente por el Comité Científico de la Alimentación Humana (CCAH) y por el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA). La cuestión aquí es que la ciencia es mutable, siempre en continua revisión y puede ocurrir que determinados aditivos que hoy se consideran inocuos y seguros porque no se han descubierto todos los efectos adversos o porque las dosis de ingesta han aumentado, pueden pasar a valorarse como no seguros. Es por esto que muchas personas prefieren evitarlos.

Como decíamos, el gusto de los niños por las chuches es algo innato, determinado por la biología, pero además tiene un componente social que otorga, a un producto potencialmente tóxico, un valor que va más allá de un sabor placentero. Las golosinas se utilizan a menudo como premio, como un refuerzo positivo. Cuando el niño se lo come todo, cuando se porta bien, cuando cumple con algún objetivo o cuando se celebra un cumpleaños, es recompensado con una buena cantidad de chuches. De esta manera terminan estrechamente asociadas a lo bueno, a la felicidad, y de esta forma han pasado a ser un alimento fundamental en la vida de los más pequeños.

Di NO a las chuches tóxicas de origen animal para lo “peques”

Si no queremos privarles de estos pequeños caprichos, podemos fabricar chuches caseras, vegetales y deliciosas. Esta receta es una propuesta de “Mi tienda vegana”.

Ingredientes:

  • Agar-agar para conseguir la homogenización.
  • Zumo de fruta.
  • Sirope de Ágave u otro endulzante.
  • Panela bio (opcional).

Preparación:

  1. Mezcla el agar-agar con el zumo de fruta. Calienta a fuego lento y vez mezclando en una olla.
  2. Has de elaborar una gelatina pero con una proporción de agua/zumo de fruta inferior a la gelatina vegana. Es decir, te ha de quedar más espesa que la gelatina tradicional.
  3. Cuando hierva, añade el sirope de agave. Entre más dulces quieras tus golosinas, más cantidad de sirope has de añadirle.
  4. Enmolda tus chuches en los recipientes que quieras. Y por último enfría las gominolas en el frigorífico entre 40 minutos y 1 hora.
  5. Opcionalmente, cuando tus gominolas todavía están caliente, rebózalas con Panela Bio. Con esto, conseguirás unas golosinas más dulces pero siendo igualmente saludables.

En el mercado también existen golosinas veganas de diferentes tipos, formas y sabores, como gominolas, nubes, chupa-chups, piruletas, caramelos… que además no suelen llevar aditivos. También podemos optar por otro tipo de dulces caseros como trufas de chocolate negro, cake pops, brochetas de fruta con chocolate, galletas, etc. Eso sí, todo ello consumido con moderación.

Autora: Noemí Alba, Activista por los derechos de los animales

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