Caracoles, gusanos de seda, crustáceos, pescados, miles de millones de animales son criados en condiciones deplorables para ser explotados y utilizados en beneficio humano. La alimentación es el ámbito que más muertes y sufrimiento genera a nivel mundial. Cada año, se sacrifican más de 60.000 millones de animales para abastecer a una industria cuyo crecimiento no parece revertirse.
Aunque las nuevas generaciones están mucho mejor informadas acerca de las implicaciones morales del consumo de productos de origen animal, el aumento de la población también aumenta de forma imparable. Por un lado, el movimiento antiespecista se desarrolla rápidamente, expandiendo la idea de un respeto que trascienda la barrera de la especie a través de una vida basada en el veganismo. Pero por el otro, el furor consumista unido a la superpoblación del planeta, genera una demanda excesiva e insostenible. Algunos organismos como la FAO llevan tiempo proponiendo la introducción de los insectos como fuentes de proteínas, tanto para consumo directo de los humanos, como para alimentación del ganado.
La alimentación es el ámbito que más muertes y sufrimiento genera a nivel mundial
En estos recuentos de cifras anuales, a menudo nos dejamos fuera a determinadas especies. Gusanos, caracoles, crustáceos y peces también mueren a millones para proveer supuestas necesidades humanas. Obviamente, quien rechaza la explotación animal, valora la importancia de cada vida por igual, independientemente de la forma de su cuerpo o su clasificación científica. Pero es una verdad innegable que algunas especies despiertan en nosotros una mayor empatía que otras. Es una reacción muy emocional que no podemos evitar. La clave está en los ojos y en la capacidad innata que tenemos para comunicarnos e interpretar mensajes no verbales a través de la mirada. Por eso solemos conectar más rápidamente con los animales con ojos grandes y similares a los nuestros, como los perros, los caballos, los cerdos, etc. Sin embargo con las aves, el entendimiento puede costar un poco más ya que sus ojos son diferentes, además de que cuentan con anatomías con menos similitudes a la humana. El caso de los peces y otros animales marinos es más llamativo ya que viven en un medio que nos es inaccesible, por lo que desconocemos como son y cómo se comportan. Además son fríos, resbaladizos y no gritan para expresar dolor como otros animales. Con los insectos o los moluscos terrestres ocurre igual y ni tan siquiera se les reconoce la capacidad de sufrir.
Los caracoles son unos grandes olvidados. En España su consumo es bastante elevado: unos 16 millones de kilos al año. La cría de caracoles se conoce como helicicultura y según recuentos del Ministerio de Agricultura, existen más de 200 granjas de engorde de caracoles en el territorio nacional. Y es un negocio que sigue creciendo. La reproducción de los caracoles se realiza en zonas de interior, en lo que llaman “salas de maternidad”, donde además se efectúa una precisa selección genética, tal y como se hace con todas las especies en la explotación ganadera. Después, se colocan a los moluscos en invernáculos al aire libre, donde se procede al periodo de engorde. Del caracol, además de su carne, se aprovechan sus huevos para elaborar lo que se conoce como “caviar blanco”. Además, su secreción se emplea mucho en cosmética para fabricar productos para cuidar la piel.
Quien rechaza la explotación animal, valora la importancia de cada vida por igual
Los caracoles que van a servirse como comida se someten previamente a un largo ayuno, a modo de purga, antes de ser consumidos. Así el animal se recoge y entra en hibernación, nutriéndose de los restos de alimento que queden en su intestino. Después se ponen en agua con sal durante bastante tiempo para que expulsen toda su baba y finalmente se cuecen vivos. Los expertos y aficionados llaman a este proceso “engañar al caracol” ya que deben recurrir a varios trucos para que los animales no logren huir de la cazuela. Recientemente, y ante las quejas de crueldad, se aceptó una proposición de ley que prohibirá cocer vivos a estos moluscos de tierra.
Los caracoles, según su especie pueden vivir entre 5 y 7 años. Son hermafroditas y se aparean en la noche durante horas y duermen durante todo el invierno. Son vegetarianos y comen frutas, verduras y plantas, aunque no tienen dientes así que se dedican a raspar el alimento con su pequeña boca.
Con los crustáceos ocurre lo mismo y es algo tradicional el cocerlos vivos sin el mínimo planteamiento de la tortura que ello supone para cualquier ser vivo. Es bastante común la costumbre, en algunos restaurantes especializados, de ofrecer al comensal la opción de escoger una langosta viva de entre todas las que viven en un tanque con agua. La elegida será cocinada al momento, según la modalidad de preparación o las preferencias del chef. Algunos las cuecen directamente, otros les arrancan la patas y la cola y las ensartan en una brocheta. También es habitual cortar el cuerpo en dos y colocarlo sobre la plancha. ¿Sienten dolor los crustáceos? Hace ya años, varios experimentos científicos demostraron que, efectivamente, animales marinos como gambas, cangrejos o langostas, reaccionaban de manera sensible ante situaciones que les provocaban dolor. Y además aprendían a evitar los sitios y situaciones que les habían generado ese malestar.
Los peces son una especie profundamente sensible y compleja y tristemente desconocida para los humanos
Todos sus sentidos están mucho más desarrollados que los nuestros. Son capaces de percibir vibraciones submarinas y sentir la presencia de otros peces. Además, cuentan con un olfato extraordinario y pueden ver en la oscuridad mejor que los gatos. Su piel es muy sensible al tacto y les gusta frotarse y rascarse con otros peces o con las rocas. Algunos submarinistas han conseguido trabar amistad con peces que acuden a su presencia y disfrutan de las caricias como lo hace cualquier perro. Sin embargo, los peces sufren y son capturados a toneladas y mueren de forma cruel, reventados por la descompresión, aplastados en las redes, descuartizados en vida o metidos en cámaras de congelación. La web sentirbajoelagua.com es un recurso obligatorio para quien desee adentrarse en el increíble y sensible mundo de los peces.
La sericicultura es otro ámbito de explotación muy ignorado. Hablamos de la cría y producción del gusano de seda, un producto muy antiguo cuyo origen se remonta al 2700 a.C. La seda sigue siendo un material muy apreciado, y es la fibra que tejen los gusanos de la especie Bombyx mori para confeccionar sus capullos. Cuando la larva está en su proceso natural de metamorfosis, se les aplica gas o se introducen en agua hirviendo para que mueran dentro de sus capullos. Solo algunos son retirados para que pongan huevos y mantener el censo de gusanos. Para obtener 500 gr. de seda, se necesitan unos 3000 gusanos. Las alternativas textiles libres de crueldad son muchas y al alcance de todos.
El ser humano ha sido hasta ahora una especie hostil. Por desconocimiento o por presión social. Pero las cosas están cambiando y estamos evolucionando a una nueva etapa en la queremos saber la verdad, conocer a nuestros compañeros de planeta, responsabilizarnos de nuestros actos y extender nuestra empatía sin olvidarnos de nadie.
Autora: Noemí Alba, Activista por los derechos de los animales
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Publicado en Bueno y Vegano Abril 2018
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