A muchos de nosotros nos importan los animales y ya hemos comenzado a reducir nuestro consumo de carne para que vacas, pollos, cerdos, corderos y terneros queden fuera de nuestros platos.

Piscifactorías

Pero debido a que nuestros hogares pertenecen a medios tan diferentes conocemos muy poco sobre los peces y sobre el sufrimiento al cual se les somete para ser convertidos en comida. Los peces sufren y son animales tan sensibles como cualquier ave o mamífero, inteligentes y que forman complejas sociedades. Su capacidad de sentir dolor es igual y mayor que la de ellos. Su deseo de vivir también.

La pesca industrial avanza en sus enormes barcos y mata cada año a más peces que toda la industria ganadera junta

También los somete a la mayor crueldad y maltrato imaginables porque sencillamente no existe ley alguna que regule el bienestar de los peces y lo impida.

A los peces se les revientan sus órganos internos cuando son sacados del mar. Muchos mueren asfixiados y aplastados dentro de las gigantescas redes y en la piscifactorías (granjas de peces) los métodos de matanza son crueles: electrocución, asfixia o golpes.

La mayoría de las personas que consumen peces desconocen que las piscifactorías existen y que en ellas son criados cada año 120.000 millones de peces. Y también ignoran que anualmente la pesca industrial captura globalmente a un número de peces equivalente a la población humana de 142 planetas Tierra.

La solución a toda esta crueldad y violencia depende enteramente de cada uno de nosotros. Dejar de comer peces sería algo poco o para nada complicado si consideramos que para los peces esa decisión significa, nada más y nada menos que, la posibilidad de vivir.

Y es que aunque no podemos escuchar sus gritos, si pudiéramos seguramente entenderíamos que dicen: por favor, ¡sácame de tú plato!

Fuente: Igualdad Animal

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Bueno y Vegano Septiembre 2017

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