Nuestras sociedades urbanas se han alejado de los valores ambientales y han permitido una total desnaturalización de las ciudades, en una batalla por transformar el medio para someterlo y controlarlo. Nuestros entornos se han convertido en zonas estériles, cargadas de cemento y hormigón. Lo hacemos, quizás, a cambio de disfrutar de una movilidad que nos permite buscar y satisfacer nuestra necesidad de naturaleza lejos de los núcleos urbanos. Nos hemos convertido en sociedades capaces de desplazarnos lo suficiente como para relegar la naturaleza a las periferias urbanas. No la queremos cerca. Cualquier atisbo de naturaleza resulta molesto: un árbol demasiado grande, las palomas urbanas, los animales domésticos.

Como resultado de esta situación, la sociedad contemporánea se encuentra cada vez más distanciada de la naturaleza y carece de una comprensión real de su importancia en términos de respeto, protección y conservación de la diversidad biológica. Incluso en las áreas rurales, la conexión con la tierra y las estaciones del año suele ser más estrecha, pero por razones puramente materiales, mientras que el conocimiento sobre el ecologismo es escaso y la caza continúa siendo una actividad normalizada.
Pero, ¿qué entendemos exactamente por diversidad biológica?
La diversidad biológica hace referencia a la amplia variedad de formas de vida que existen en nuestro planeta. Esto incluye la diversidad de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos, así como los ecosistemas en los que habitan. El Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica define la biodiversidad como «la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente». Esta variabilidad incluye a una amplísima gama de formas de vida en nuestro planeta. En el último recuento, se estima que existen alrededor de 8.7 millones de especies diferentes en la Tierra, desde bacterias hasta ballenas azules, desde medusas hasta secuoyas gigantes. La biodiversidad se construye a través de tres aspectos interconectados: la diversidad de ecosistemas, la diversidad de especies y la diversidad genética.
Cuanto mayor es la diversidad en estos sistemas naturales entrelazados, más resistentes son frente a las perturbaciones. Las interacciones entre plantas y animales forman la intrincada «red de la vida», que actúa como una red de seguridad para asegurar la supervivencia y el bienestar de todos los seres vivos en nuestro planeta, incluyendo a los seres humanos. Cuando estas interacciones se encuentran en equilibrio, trabajan de manera conjunta para purificar el agua, regular el clima, limpiar el aire, preservar la fertilidad del suelo, reciclar nutrientes, prevenir brotes de enfermedades y proveernos de alimentos.
El planeta se encuentra al borde del colapso, y los expertos advierten que la sexta extinción masiva se está acelerando de forma alarmante
Sin embargo, cada vez que una especie desaparece, se rompe un vínculo en esa delicada red, y esto genera agujeros en el entramado de seguridad del planeta y altera unos sistemas cuidadosamente equilibrados. Estos cambios pueden tener consecuencias perjudiciales para la biodiversidad y el funcionamiento saludable de los ecosistemas. De hecho, ya está sucediendo. El planeta se encuentra al borde del colapso, y los expertos advierten que la sexta extinción masiva se está acelerando de forma alarmante. Tan solo el 15% de los bosques en todo el mundo se mantienen intactos, mientras que apenas el 3% de los océanos están libres de la explotación humana.

Extinciones masivas
A lo largo de la historia de la Tierra, ha habido momentos en los que los niveles de biodiversidad han experimentado una disminución drástica y numerosas especies se han extinguido simultáneamente. Estos eventos se conocen como extinciones masivas y, hasta ahora, hemos experimentado cinco de ellas en un lapso de cientos de millones de años. La extinción más reciente ocurrió aproximadamente hace 65 millones de años, cuando el impacto de un asteroide causó la devastación del 75% de las especies en la Tierra, incluyendo todos los dinosaurios terrestres.
Un reciente informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) indica que la biodiversidad continúa disminuyendo en todas las regiones del mundo a un ritmo mil veces superior a los valores normales, y exige una acción urgente para abordar esta situación. Sin embargo, a diferencia de las extinciones masivas anteriores, esta vez la causa principal es la actividad humana, no son los desastres naturales. Los expertos identifican diversas amenazas para la biodiversidad, como la destrucción de hábitats, la extracción insostenible de recursos naturales, la introducción de especies invasoras, el calentamiento global y la contaminación.
A veces percibimos el peligro de una extinción masiva como una distopía lejana que no nos preocupa lo suficiente. Pero las consecuencias de la pérdida de biodiversidad ya las estamos experimentando en nuestra vida cotidiana, porque afectan a diferentes aspectos de nuestro día a día. No importa si vivimos en la ciudad o en el campo. La biodiversidad nos rodea en todos los aspectos de nuestra vida diaria. Está presente en nuestros hogares, en nuestros alimentos, en los medicamentos que utilizamos, en la ropa que vestimos y en muchos otros productos que utilizamos cotidianamente. Preservar la biodiversidad es fundamental e indispensable para mantener la vida misma. Ponerla en peligro, nos pone a riesgo también a los humanos de forma directa.
La alimentación, el aire limpio y el agua son fundamentales para la vida
Y la biodiversidad de la Tierra es la que nos proporciona estos cimientos esenciales para los aspectos más básicos de nuestra supervivencia en el planeta. Ya estamos presenciando el impacto en las cosechas, con pérdidas enormes y un aumento desmesurado en los precios de algunos alimentos. La naturaleza no solo nos da vida y alimento, también nos protege. Una de las funciones más importantes de la biodiversidad es la defensa. Nuestros ecosistemas ayudan a regular el clima y nos protegen contra brotes de enfermedades, como el Covid-19. Los bosques, cada vez más escasos, desempeñan un papel crucial como sumideros de carbono para combatir la crisis climática, y los océanos también tienen una función muy significativa en este aspecto, ayudando a reducir los niveles de CO2 en la atmósfera.
El veganismo implica una reducción drástica de la deforestación, el consumo de agua y las emisiones de gases de efecto invernadero
Es necesario que los gobiernos dejen de priorizar las ganancias de las empresas y repiensen la forma en que producimos y consumimos alimentos y otros bienes, con el objetivo de reducir las presiones sobre la naturaleza. Nuestro bienestar ha de ser el centro de las decisiones de inversión y políticas. No obstante, también podemos realizar acciones a nivel individual tomando conciencia de la importancia de la biodiversidad y las consecuencias de su pérdida.
El decrecimiento es un movimiento que se basa en la premisa de que el crecimiento económico continuo no es sostenible, ya que implica sobrepasar los límites que nos ofrece el planeta. La Tierra tiene recursos finitos y el decrecimiento aboga por vivir con menos: menos consumo de energía y menos bienes que requieran la extracción de recursos finitos de la naturaleza. El veganismo también desempeña un papel fundamental en la lucha contra esta crisis, porque implica una reducción drástica de la deforestación, el consumo de agua y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Debemos promover y exigir cambios a nivel estructural y, al mismo tiempo, adoptar prácticas más sostenibles a nivel individual. Esto pasa por reevaluar nuestros patrones de consumo, buscar alternativas más respetuosas con la naturaleza y reducir nuestra huella ecológica. Al tomar decisiones conscientes sobre nuestra dieta y estilo de vida, podemos contribuir de manera significativa a la conservación de esa maravillosa y frágil red que es la biodiversidad de nuestro precioso planeta.
Autora: Noemí Alba, Activista por los derechos de los animales
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