La proliferación de macrogranjas en la España rural ha puesto en pie de guerra a ciudadanos que se han organizado en plataformas para frenarlas. Analizamos qué hay detrás de las macrogranjas.

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Contra las macrogranjas

«El bajo coste de la obtención de carne para la empresa supone sin embargo un coste para el medio ambiente en forma de contaminación, y un elevado sufrimiento para los animales, dadas las condiciones en que se encuentran. Además, implica un coste para la población que ve cómo se deteriora su entorno sin que exista ninguna contrapartida, como la generación de empleos de calidad, para la zona», denuncia Greenpeace en la campaña que lanzó el pasado octubre contra las macrogranjas. La organización ecologista pide que no se concedan más licencias de apertura de este tipo de instalaciones ni se amplíen las existentes, por sus graves impactos medioambientales y sociales.

Las macrogranjas albergan grandes cantidades de animales hacinados que solo ven la luz del sol cuando son apilados en los camiones que los llevan al matadero. En el caso de los cerdos, eso ocurre cuando tienen entre tres y seis meses -si no los matáramos, podrían llegar a vivir hasta los 15 años-. Si hablamos de los lechones, su vida se reduce a tres semanas cuando todavía están alimentados por leche materna. Ellos se van y serán reemplazados por más cerdos. Porque en las frías y deshumanizadas instalaciones quedarán sus madres que seguirán en el ciclo de inseminación artificial, partos y separación de crías. Ellas vivirán entre 2 y 3 años, gran parte de ellos encajadas en jaulas de gestación y maternidad, espacios en los que no pueden ni moverse ni darse la vuelta. Parirán una y otra vez. Antes o después, los animales irán al matadero y acabarán finalmente en la boca de humanos en forma de salchichas, hamburguesas, jamón dulce, chorizo o fuet.

La ganadería industrial es una de las principales causas de la contaminación de las aguas subterráneas por nitratos

Respuesta de las organizaciones animalistas

Varias organizaciones animalistas llevan años denunciando cómo viven los animales dedicados al consumo humano. Un ejemplo de ello es Igualdad Animal, que se ha adentrado en distintas granjas de cerdos y documentando la dura realidad que viven estos magníficos animales. Ahora también lo ha hecho Greenpeace, si bien hasta hace muy poco las entidades ecologistas no habían tratado el tema de la ganadería a pesar de los más que demostrados impactos negativos para el medio ambiente de la producción y del consumo de carne.

Los ecologistas visitaron el megacomplejo cárnico de Castilléjar, situado en Granada, y se encontraron con animales amontonados rodeados de suciedad y desatendidos. De esta inhumana instalación pueden llegar a salir 651.000 lechones al año. Y es, además, tal y como denuncia la organización ecologista, «la explotación porcina más contaminante de España por metano y amoniaco». Su titular es Cefusa, una empresa del Grupo Fuertes, dueña de El Pozo.

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La industria porcina y el medio ambiente

Además de la crueldad con la que se tratan los animales, las macrogranjas también preocupan por su impacto medioambiental, especialmente por la gestión de los purines y la grave contaminación del agua. Además de la crueldad con la que se tratan los animales, las macrogranjas también preocupan por su impacto medioambiental, especialmente por la gestión de los purines y la grave contaminación del agua.

Del cerdo no todo se come. Sus purines, líquidos compuestos por orinas, deyecciones, aguas de lavado y restos de alimento, son difíciles de eliminar y acaban provocando malos olores -con fuerte olor amoniacal- y problemas de contaminación del suelo y de las aguas superficiales y subálveas. La problemática es mayor si hay gran cantidad de animales concentrados, ya que hay una sobreproducción de purines que son difíciles de tratar.

No sorprende, entonces, que la ganadería industrial sea una de las principales causas de la contaminación de las aguas subterráneas por nitratos. La Unión Europea advierte del riesgo de consumir agua que contenga más de 50 miligramos de nitratos por litro.

Hay más. Las explotaciones industriales de cerdos son la principal fuente de metano derivado de la gestión de estiércol: concretamente, es responsable del 76% de estas emisiones, según el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MTERD).

La problemática es de sobras conocida en nuestro país desde hace años, especialmente en Cataluña, donde hay más cerdos que habitantes: 8,07 millones frente 7,7 en el año 2020. Se trata de animales concentrados en unas zonas muy concretas, cuyos purines han contaminado el 40% de la superficie del territorio. Otras comunidades autónomas han querido seguir el ejemplo. Es el caso de Aragón, que ha superado a Cataluña en los últimos cinco años y ya lidera el ranking de la cabaña porcina en España. Allí la proporción personas-cerdos es todavía mayor: 8,8 millones de cerdos frente a 1,3 millones de personas. Ambas comunidades autónomas son las que mayor número de macrogranjas tienen de toda España: la mayoría se concentran entre las provincias de Huesca (Aragón) y Lleida (Cataluña).

La Comisión Europea ha llamado en varias ocasiones la atención a España por la gravedad de la situación

España ya es el primer productor de porcino de la Unión Europea: en 2020 se acabó con la vida de 56,4 millones de cerdos para consumo humano. A nivel mundial, es la cuarta potencia productora (después de China, Estados Unidos y Alemania). Fuera de la UE, exporta mayormente a China y otros países del Sudeste asiático.

Todo tiene un precio. Tal y como recoge Greenpeace, la contaminación media por nitratos ha crecido un 51,5% en sólo cuatro años, desde 2016 a 2019, en España. Actualmente, la superficie afectada por la contaminación por nitratos (el área incluida dentro de las Zonas Vulnerables a Nitratos) supone casi una cuarta parte del país. La Comisión Europea ha llamado en varias ocasiones la atención a España por la gravedad de la situación.

Impacto social de las macrogranjas

La industria cárnica vende los proyectos de macrogranjas en la España vaciada como la solución ideal para fijar población en el medio rural al ofrecer empleo. Pero la realidad es otra. Los vecinos de las zonas en las que se proyectan -especialmente en zonas poco pobladas, a las afueras de pequeños pueblos y aisladas- ven peligrar su calidad de vida y su futuro por los malos olores, ruidos -chillidos de los animales- y contaminación del suelo y de las aguas. Además, deben convivir con camiones enormes que transportan a los animales al matadero de forma continua.

El informe Ganadería industrial y despoblación de Ecologistas en Acción analiza la evolución demográfica en municipios de menos de 5.000 habitantes y los censos ganaderos porcinos proporcionados por las Administraciones Regionales desde el año 2000 hasta el 2020. «Los resultados de las comparativas no dejan lugar a dudas sobre la inexistencia de una relación positiva entre la ganadería industrial porcina y la lucha contra la despoblación […] Es más, el hecho de que en el 74% de las comparativas de los territorios analizados, el municipio con alta carga porcina pierda más población, o gane menos, que el municipio sin ganadería porcina intensiva, o con muy poca presencia, lleva a concluir en sentido totalmente opuesto: la ganadería porcina industrial favorece el proceso de despoblación rural», concluye.

El número de ciudadanos que se oponen a la construcción de macrogranjas en sus pueblos no para de crecer y se unen en plataformas. Una de las más antiguas, creada en 2015 en Huesca, es la de Loporzano sin ganadería intensiva, una de las entidades promotoras de la coordinadora estatal Stop Ganadería Industrial , que une esfuerzos de asociaciones de toda España para combatir la ganadería industrial.El número de ciudadanos que se oponen a la construcción de macrogranjas en sus pueblos no para de crecer y se unen en plataformas. Una de las más antiguas, creada en 2015 en Huesca, es la de Loporzano sin ganadería intensiva, una de las entidades promotoras de la coordinadora estatal Stop Ganadería Industrial, que une esfuerzos de asociaciones de toda España para combatir la ganadería industrial.

Autora: Cristina Fernández, Periodista

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