El oso pardo del Pirineo es una especie de mamífero omnívoro de la familia ursidae que habita en los bosques de Eurasia y Norteamérica. El período en el cual las hembras dan a luz a sus crías, se concentra entre los meses de diciembre y enero, ya que los osos dedican la mayor parte de su tiempo a prepararse para el letargo invernal, guardando en los tejidos adiposos hasta un 75% de la energía obtenida de la digestión de los alimentos.

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123rf©nickdale

El ser humano, su única y grave amenaza

Antes de la hibernación, los osos ingieren hierbas con tierra que, mezcladas con la saliva, forman un bolo que al llegar al intestino grueso obstruye el orificio excretor e impide así su evacuación. De esta manera, se realiza una digestión lenta y la grasa permanece acumulada en el organismo de forma prolongada. Con el fin de resguardarse de las inclemencias climáticas, los osos buscan un refugio y permanecen en estado de hibernación durante los meses más fríos del año. Para acomodar sus madrigueras, utilizan tierra y hierba en las que duermen con un sueño entrecortado, sin variaciones en su temperatura corporal. Cuando despiertan, expulsan la obstrucción acumulada en el intestino sin problemas. En primavera, verano y otoño su alimentación es básicamente de origen vegetal, aunque también aprovechan las carroñas, pero de modo oportunista.

Debido a su carácter de superdepredador, los osos no tienen predadores naturales, por lo que el ser humano es su única y grave amenaza, por esta razón podemos decir que la historia sobre la convivencia entre los osos pardos del Pirineo (Ursus arctos arctos) y los seres humanos (homo sapiens sapiens) es una gran lección de vida que debería servirnos para aprender a mejorar nuestra relación con las otras especies que comparten con nosotros el planeta Tierra, así como nuestra relación con la naturaleza en todas sus manifestaciones.

A pesar de su importante función en el equilibrio de los ecosistemas, durante siglos fueron cazados sin miramientos

Las primeras noticias conocidas sobre la relación entre los seres humanos y los osos pardos son muy antiguas, pues estos animales aparecen representados con un carácter simbólico en las pinturas rupestres localizadas en cuevas del Pirineo Oriental, las cuales se remontan a los tiempos prehistóricos. En ellas se plasma la imagen del oso macho como si fuera una divinidad, asimismo la hembra es representada como una diosa madre. El mayor hallazgo de restos arqueológicos que atestiguan la adoración del oso se encuentra en la cueva de Regourdou, en la Dordoña, dentro del famoso complejo rupestre de Lascaux, en el sur de Francia. Precisamente, en el área del Pirineo Oriental, donde hubo una época en que los osos eran venerados como dioses, es donde en la actualidad existe un grave conflicto de convivencia entre el oso pardo y el ser humano, un conflicto que, aunque muchos les den las culpas, no ha sido provocado por los osos, sino por los excesos de la cultura antropocéntrica y el deterioro de los ecosistemas que la actividad antrópica ha producido.

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©Generalitat de Catalunya. Osa con dos cachorros en el Parque Natural del Alt Pirineu, Cataluña

Declive poblacional

Los osos pardos son los últimos descendientes directos del linaje ursino pirenaico que, a pesar de su importante función en el equilibrio de los ecosistemas, durante siglos fueron cazados sin miramientos porque se deseaba aniquilarlos, muchos de ellos incluso fueron envenenados, pues eran considerados grandes alimañas, un estorbo para los ganaderos, ya que se consideraba que ponían en peligro la supervivencia de los pastores a causa de los ataques al ganado. Además del declive poblacional ocasionado intencionalmente por la caza masiva, el oso pirenaico también tuvo que soportar durante siglos la abominable práctica conocida como el oso bailarín, un espectáculo de raíz tradicional, cuyos orígenes se hallan a finales de la Edad Media en Europa Oriental. Tras la expansión de tan triste costumbre por Asia y todo el continente europeo, su arraigo devino muy significativo en el departamento francés de Ariege, en Occitania. Afortunadamente, hoy esta tradición prácticamente ha desaparecido en toda Europa Occidental, pero todavía permanecía bien viva hasta mediados del siglo XX, de hecho, en los Pirineos se conocía el domador de osos como el orsalhèr (en su vocablo original en lengua gascona), una figura que, durante décadas, se consideró un personaje esencial de la cultura popular pirenaica, pues ambos llevaban una vida seminómada, itinerando de pueblo en pueblo, para ofrecer entretenimiento en las calles y plazas durante las fiestas patronales.

Para poder llevar a cabo esta práctica se capturaba a las crías de osos salvajes o incluso se criaban en cautiverio, con el objetivo de lograr su sometimiento y así poder hacerles bailar en espectáculos callejeros o en las tabernas. La sumisión de un animal salvaje es siempre un proceso extremadamente cruel. Cuando el animal alcanzaba la edad de un año, se le sometía a la operación de la argolla, lo cual significa que el orselhèr le colocaba una anilla metálica que atravesaba la carne entre la nariz y el labio superior. Esta anilla servía para atarle una cuerda, así el hombre era capaz de retener, dominar y dirigir al desafortunado animal, que lógicamente podía tratar de defenderse y ser feroz. Los orsalhèrs solían ser oriundos de regiones rurales montañosas, aisladas y poco desarrolladas. A menudo sus orígenes familiares eran muy humildes y solían provenir de poblaciones excluidas socialmente. En 1984, el escritor y director cinematográfico francés Jean Fléchet, llevó a la gran pantalla la película llamada Lo Orsalhèr, que relataba la vida de Gastón Sentein, un domador de osos, junto al animal al cual tenía esclavizado.

Desgraciadamente, en el siglo XXI, todavía existen casos de osos bailarines. Las regiones más afectadas se concentran en zonas rurales de Europa del Este, en la India y en Siberia

Desgraciadamente, en el siglo XXI, todavía existen casos de osos bailarines. Las regiones más afectadas se concentran en zonas rurales de Europa del Este, en la India y en Siberia. Gracias a la cooperación de diversas organizaciones en defensa de los derechos de los animales, se ha trabajado para concienciar a las poblaciones locales del maltrato que implica esta tradición y algunos osos han podido ser liberados. Sin embargo, debido al hostigamiento prolongado, la mayoría de osos rescatados presentan un estado físico tan deteriorado que la eutanasia es el final más compasivo que se les puede dar.

Proyecto PirosLife

En la actualidad, la situación del oso pardo del Pirineo es muy delicada. A mediados del pasado siglo XX, de forma totalmente intencionada, se logró que la caza indiscriminada condujera al oso pardo al borde de la extinción local en el Pirineo Oriental, y en la década de los noventa, también se consideró extinto en el Pirineo Central. Sin embargo, algunos individuos localizados en el área localizada entre Occitania, el Alto Aragón y Navarra lograron sobrevivir y reproducirse de nuevo. En 2014, el Departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Catalunya inició, conjuntamente con el Consejo General de Aran, la Fundación Oso Pardo y la Universitat de Lleida, el proyecto PirosLife (2014-18), como parte del programa LIFE de la Unión Europea. El objetivo es garantizar la conservación de la especie y consolidar su futuro en los Pirineos Catalanes. Actualmente, la población de osos en los Pirineos se considera consolidada, habiendo superado los 45 especímenes, el 2015 y los 52, el 2019. Sin embargo, es necesario generar un clima de aceptación y coexistencia con el oso, ya que la convivencia no es para nada apacible y en el próximo artículo detallaré el origen del conflicto convivencial y las incidencias acaecidas en la cordillera pirenaica.

Autora: Helena Escoda Casas, Historiadora y antrozoóloga, profesora de ciencias sociales

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