A la sociedad no le gustan las personas veganas. Esto está bien documentado en encuestas en distintos países y con gente de diferentes edades, nivel sociocultural, estilo de vida o ideología política. Los veganos son considerados arrogantes, moralistas, hipócritas, militantes o simplemente inaguantables. Algunos veganos “caen” menos mal que otros. La peor parte se la llevan los varones veganos que lo son por motivos éticos, por defensa de los derechos animales. En las mujeres el veganismo se tolera mejor. También se tolera mejor el veganismo por salud. Desde que el veganismo está más presente en las sociedades occidentales, los ovolactovegetarianos, que hasta hace no mucho eran mirados con recelo, de pronto han pasado a convertirse en modelos de moderación y templanza, en contraposición al “radicalismo vegano”.
Es una idea extendida la de que una persona vegana te dirá que lo es a los cinco minutos de haberos conocido; sin embargo, los estudios sociológicos han mostrado que los veganos arrastran un estigma social comparable a los consumidores de drogas y que el miedo a este estigma es lo que detiene a muchas personas ovolactovegetarianas o no vegetarianas de dar al paso al veganismo, aunque quisieran hacerlo. De hecho, no son pocas las personas que en sus casas siguen dietas completamente vegetales y que cuando salen a comer fuera, especialmente si es en compañía de otros, comen huevos o lácteos, o incluso carne, para no ofender o no distinguirse de los demás. Tampoco son raras las familias que aceptan que sus hijas e hijos coman el menú convencional en el colegio para “evitar que los discriminen o se sientan diferentes”, aunque en casa no entre ningún producto de origen animal.
Aunque a nadie se le ocurriría quitar a su hijo o hija las gafas al entrar al colegio para evitar las burlas, o pedir a su hijo o hija adolescente que oculte su orientación sexual para que no le acosen, sí se ve como natural y lógico sacrificar una creencia ética para conseguir la aceptación social. Aceptar y celebrar la diversidad no se aplica si eres vegano.
Cuando lo vegano vende
A medida que el interés por el veganismo crece en las sociedades occidentales, las empresas relacionadas con la alimentación, la restauración o el turismo se dan cuenta de la oportunidad que esto supone para ellas. Aunque el veganismo en sí es mal visto, los alimentos, productos y otros servicios 100% vegetales sí que están adquiriendo prestigio. Bien porque son publicitados por ciertos influencers o porque se consideran más sanos, limpios, exclusivos o asociados a un modo de vida que proporciona bienestar, un porcentaje alto de personas declara conocerlos y desea consumirlos.
¿Cómo conjugamos esta visión de producto atractivo con la del vegano militante y recalcitrante? ¿Cómo convencemos a los consumidores para que compren estos productos sin pensar que van a ser señalados como veganos? Lo primero, evitando usar la palabra “vegano”. Esta ha sido sustituida por plant-based o por su traducción incorrecta al español: basado en plantas. En inglés, una dieta plant-based significa que su base, el porcentaje mayoritario, son los alimentos de origen vegetal, es decir, es una dieta predominantemente vegetal que puede contener, o no, una pequeña proporción de alimentos de origen animal. Una dieta de este tipo además, aunque sea 100% vegetal, no significa que la persona que la sigue sea vegana, pues esta puede usar productos animales en otras esferas de su vida.
Empresas como Burger King, Campofrío o Telepizza están sacando al mercado versiones veganas de sus productos tradicionales, pero los publicitan como: “productos hechos de plantas”, o “las nuevas pizzas veguis, para futboleros, para fans de la barbacoa y por supuesto para los veganos” o incluso “la hamburguesa mágica… que no creerás que no lleva carne”. Estos mensajes pretenden llegar a un público lo más amplio posible que casi por casualidad, incluya a las personas veganas, aunque dejando bien claro que estas no son sus destinatarias principales. Así que puedes comerlas sin sentirte mal, porque no necesitas ser vegano para hacerlo.
Huyendo del estigma vegano
Lo sorprendente es que esta misma actitud ha sido adoptada, no solo por grandes empresas cárnicas o lácteas, sino por empresas de todo el mundo que siempre han sido y son veganas. Por ejemplo, Alpro, la empresa belga de leches vegetales nunca ha producido ni vendido productos de origen animal ni con ingredientes animales, sin embargo no usa la palabra “vegano” en sus productos, publicidad o página web. Usan los términos “poder vegetal”, “proteína vegetal”, “dieta más vegetal”, “pioneros de lo vegetal” y defienden la “dieta flexitariana” y la “dieta planetaria” (que describen como una dieta flexitariana, pero con productos de proximidad y evitando el desperdicio de comida).
Otro ejemplo lo representa Heura, que también elige los términos “plant-based” el 90% del tiempo, o como mucho, “vegetal”, pero no vegano.
¿Pero son veganos entonces?
Hasta tal punto está llegando este lenguaje deliberadamente ambiguo que muchas personas veganas ya no están seguras de si lo que están comprando es vegano o no porque esta información ha desaparecido. ¿Lleva algún ingrediente o aditivo de origen animal? En algunos casos el sello con la letra V de la Unión Europea o una certificación equivalente pueden ser encontrados en pequeño tamaño en la parte trasera del producto. En otros, se hace necesario volver a leer los ingredientes uno a uno.
Al final: ¿ayuda esta estrategia a los animales o no?
Sobre este punto hay debate entre los veganos éticos: algunos dan la bienvenida a estos productos y estas nuevas estrategias publicitarias porque creen que a largo plazo normalizarán tanto las alternativas veganas que estas pasarán a ser la opción natural por defecto, al ser su producción más barata e interesante para las empresas.
Otros creen que estos movimientos crean confusión, generan una falsa sensación en la sociedad de que comiendo estos productos de tanto en tanto ya han cumplido su parte y no cambian el modelo alimentario ni la consideración y el trato a los animales. Y es cierto que a pesar del aumento de popularidad y disponibilidad de estas opciones, el consumo mundial de productos de origen animal sigue aumentando año tras año.
Al margen de que la aparición de estos productos sea beneficiosa o no, lo que está claro es que no es suficiente. Sin una apuesta de gobiernos e instituciones por educar a la población, que incluya mensajes claros y no ambivalentes sobre el veganismo y las personas veganas, así como medidas que garanticen su plena inclusión y respeto en los sistemas educativo y sanitario, no hay avance posible. Los profesionales sanitarios deben recibir formación en dietas vegetales y los menús que se ofrecen en escuelas, hospitales, prisiones y comedores de empresas deben, no solo incluir opciones veganas que sean nutricionalmente completas y culinariamente atractivas, sino que la mayoría de ellos deberían ser predominantemente vegetales, pues no hay otra forma de educar a la ciudadanía que con el ejemplo diario.
Bibliografía:
- Atanasova Bozhinova, Ekaterina. La percepción social del veganismo: campañas y públicos. Universidad de Valladolid, julio 2021. Disponible en: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/49428/TFG-N.%201657.pdf?sequence=1
- Reynolds, G. Why do people hate vegans? The Guardian 25-10-2019: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2019/oct/25/why-do-people-hate-vegans
Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra
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