Con el aumento del veganismo en España, crece el mercado de las alternativas veganas al queso. Convencen por su sabor, su textura y sus niveles nutricionales muy buenos. A pesar de ser un sector relativamente nuevo, va ganando protagonismo en el mercado internacional: según ProVeg, se espera que alcance los casi 4.000 millones de dólares a nivel mundial. Sin embargo, sus precios de mercado actuales no siempre son aptos para todos los bolsillos.

Materias primas, el quid de la cuestión del precio de las alternativas vegetales
El principal motivo de la diferencia de precio entre el queso procedente de la explotación animal y las alternativas vegetales recae en que la leche animal es barata. Tan solo hace falta ir al supermercado y comparar cuánto cuesta un litro de leche animal y cuánto cuesta un kilo de anacardos o almendras, para comprobar que las materias primas de origen vegetal son significativamente más caras que la leche, que no más costosas, si se tuviera en cuenta el costo real en despilfarro de agua, de piensos y, por supuesto, de sufrimiento.
La mayoría de las alternativas vegetales al queso se elaboran habitualmente a base de frutos secos (anacardos, almendras, altramuces), aunque también encontramos variedades que incluyen derivados de la soja (tofu sedoso o firme, yogur de soja), así como bebidas vegetales (soja, avena, arroz) o semillas remojadas. El precio de un quilo de anacardos, almendras o soja pueden superar tranquilamente los 10 euros, llegado a costar más de 30€/kg en caso de variedades ecológicas o de producción ética (comercio justo).
Detrás de la leche
Mientras, la leche de vaca se comercializa en España a 0,31 euros el litro. 0,8€/L en el caso de la leche de cabra y 1,03€/L si hablamos de la leche de oveja (datos recogidos en 2021). Un precio que no tiene en cuenta el impacto ambiental, ético y social de su producción.
La desconexión entre el costo real de los productos y su costo de mercado es el origen de muchos problemas de los sistemas de alimentación
La industria lechera es una de las más crueles que existen. Para producir la cantidad de litros de leche y sus derivados (yogures, quesos, mantequillas, etc.) que vemos cada día en el supermercado, se perpetúa un ciclo de partos forzados, separaciones entre madres y crías, y las lesiones y enfermedades que todo el proceso causa a los animales.
Un desajuste de valores
En general, el precio que ve el consumidor de los alimentos de origen animal no se corresponde con su coste real. Esto se debe a que la industria ganadera y lechera en muchos casos recibe subvenciones que abaratan el producto final. Al fin y al cabo, hablamos de un problema estructural: financiaciones económicas para mantener la industria lechera, campañas institucionales que intentan mostrar su cara amable para fomentar el consumo, sostener y retroalimentar este sistema a costa de la desinformación del consumidor.
De hecho, esta desconexión entre el costo real de los productos (que incluye los efectos de la contaminación, la mano de obra barata y el impacto ético y social) y el costo de mercado en que se fijan los productores y los consumidores (que solo contempla los costes de extracción, producción y comercialización) es el origen de muchos problemas actuales relacionados con los sistemas de alimentación: escasez de recursos, calentamiento global, crisis ecológica, sobreconsumo, etc.
La industria ganadera y lechera en muchos casos recibe subvenciones
“Si viviéramos en una sociedad donde el coste medioambiental y social fuera tomado en cuenta, tendríamos que pagar un precio mucho más alto para la mayoría de los productos que consumimos. Lamentablemente, las grandes corporaciones fomentan la ausencia de aquellas medidas que les permiten seguir hipotecando nuestro futuro”, señala en este sentido Julien Malmont, cofundador de Veggie Karma.

Muchos de los proyectos de producción de alternativas vegetales al queso son muy recientes y de producción artesanal. Todavía no cuentan con la suficiente producción para abaratar costes según las economías de escala, lo que se traduce en un mayor precio del producto. “Intentamos aplicar los precios más justos respetando los costos y necesidades de la empresa (salarios justos, energía verde para la producción, bienestar en los espacios de los equipos)”, explica Mary Carmen Iriarte, cofundadora de Jay&Joy. No obstante, la presión que ejerce el lobby lácteo dificulta el poder equiparar los costes de producción. En este sentido, destaca: “El desarrollo de los hábitos de consumo alrededor de los quesos veganos, al igual que una producción más importante, ayudará a bajar los precios. Las empresas como nosotros, en razón del volumen, podríamos comprar las materias primas a un precio más interesante y, por ende, bajar los precios al cliente”.
La censura juega en contra
A todo ello, se suma la censura que la Comisión Europea implanta sobre las alternativas vegetales a los productos lácteos: el uso del término ‘queso’ está vetado al referirse a las alternativas de origen vegetal. El reglamento establece que solo son productos lácteos los productos derivados de la leche (entre ellos el queso) exclusivamente obtenidos de la secreción mamaria obtenida a partir de ordeños. Una normativa que obliga a productores y distribuidores a hacer malabares para etiquetar y comercializar sus productos vegetales de manera clara y sencilla para el consumidor.
Una normativa que obliga a productores y distribuidores a hacer malabares para etiquetar y comercializar sus productos vegetales
“Es complicado comunicar un producto si las marcas tienen que jugar al tabú con el consumidor. Las normas tienen que existir, de no ser así se podrían decir auténticas barbaridades en los etiquetajes de los productos, pero prohibir palabras como leche, carne, queso, no creemos que sea la solución. Más bien sería todo lo contrario: poder usar las palabras leche vegetal, queso vegano o carne vegetal para que no haya ningún tipo de confusión”, apunta Jone Martínez, responsable de Comunicación en Sol Natural. “La comunicación que se haga de forma complicada puede ser perjudicial para la comprensión del consumidor. Es como si a la cerveza sin alcohol la tuviésemos que llamar bebida carbonatada de cebada sin alcohol. No suena igual de apetecible si te ofrecen un sándwich de queso vegetal, que si te ofrecen un sándwich de alternativa vegetal al queso”, añade.
Cambiar los hábitos de consumo
Hace tan solo 5 o 6 años, no había tantas alternativas vegetales al queso en los comercios, eran tan solo conocidos por una minoría concienciada. Por suerte y a pesar de todo ello, los hábitos de consumo están cambiando. Impulsados por una demanda creciente, cada vez hay más opciones y más variadas que ocupan las tiendas especializadas y los lineales de los supermercados: secos, untables, en lonchas, tipo mozzarella, especiales para fundir y gratinar, etc.
“Muchos consumidores estamos dispuestos a pagar ese precio mayor sabiendo que estamos invirtiendo ese dinero en beneficio de nuestra salud, del medioambiente y de la vida de los animales que no tendrán que ser explotados para producir esos quesos”, expresa Alejando Álvarez, gerente de Vegetaleso. “A medida que el público se interese más por el consumo de las alternativas vegetales y se conviertan en alimentos primarios, también se podrá fomentar su producción mediante subvenciones como se hace con otros alimentos”, concluye.
Autora: Ariadna Coma, Periodista
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