La mala costumbre de matar. Análisis sobre el hecho de “matar” a diario todo tipo de animales humanos y no humanos, por alimentación, por odio, por diversión, la cuestión es matar… Es un debate que lleva siglos con nosotros, una pregunta con varias respuestas. ¿Es el ser humano bueno o malo por naturaleza?

Los muertos no lloran

Nuestro ego nos induce a pensar que somos una especie genial, en la cumbre de la pirámide biológica, en lo más alto de las capacidades intelectuales y emocionales, y por lo tanto, con el derecho natural a manejar, hacer y deshacer el mundo a nuestro antojo. A nivel individual, nadie se define como mala persona, aunque su paso por la vida deje un rastro de dolor, en mayor o menor grado. Precisamente porque el ego distorsiona la realidad y carece de la humildad necesaria para hacer autoreflexión. Y este es, probablemente el origen de todos los problemas.

Así pues, preferimos pensar que somos buenos en general, porque donamos sangre, le sujetamos la puerta a una abuelita, ayudamos a levantarse al transeúnte que ha dado un traspiés, colaboramos con un banco de alimentos o tiramos los plásticos en el contenedor amarillo. Sí, es posible que la mayoría no seamos malos. Probablemente, tampoco seamos buenos (entendiendo estos conceptos de la forma más básica) y nos movemos en una escala de grises. Pero, ¿y si somos malvados en potencia? Así lo demostró el famoso experimento Milgram, en el que a cada voluntario se le pedía que activase un aparato que provocaba descargas eléctricas sobre un sujeto en otra habitación. El 65% aumentó la intensidad de las descargas (que en realidad eran falsas), hasta el punto de resultar mortales, simplemente por obediencia a la autoridad, que en este caso era un supuesto doctor de bata blanca. La conciencia moral y la empatía, desaparecían.

El experimento de la cárcel de Standford fue mucho más allá. Consistió en tomar a un grupo de voluntarios y dividirlos en dos grupos, haciendo unos el papel de presos y los otros de carceleros. Tuvo que suspenderse en tan solo seis días a causa de los comportamientos abusivos y violentos que los guardianes empezaron a mostrar. De cada experimento se pueden extraer varias conclusiones, especialmente en un campo tan extenso como el de la psicología. Pero a rasgos generales se puede afirmar que nuestro comportamiento es mutable y depende del entorno. Y que nuestros principios éticos hoy, no tienen por qué ser los mismos mañana, sobre todo en el marco de la interacción con otras personas.

Los muertos no lloran

El budismo, por otra parte, sostiene que lo que entendemos por maldad, no es otra cosa que ignorancia (dejando a un lado el trastorno psicopático), y que nuestras acciones dependen del aprendizaje y de la forma que nos han enseñado a buscar la felicidad. Una idea que la verdad, tampoco nos deja muy bien parados.

Pero existen estudios, como el publicado por el antropólogo Robert W. Sussman y el psiquiatra Robert Cloninger (Origins of Altruism and Cooperation), que intentan demostrar la bondad innata de las personas, ya que, para una especie social como la nuestra, los comportamientos altruistas y cooperativos son fundamentales para la supervivencia, la felicidad y la salud. Estos autores afirman también que las actitudes hostiles y violentas ocurren solamente en situaciones concretas, cuando el individuo se encuentra sometido a algún tipo de presión, si sufren abusos o abandono, o si padecen alguna enfermedad mental.

Como la violencia parece ser parte de nuestra naturaleza, hemos tenido que crear normas, leyes, creencias y religiones que nos mantengan controlados

Aceptemos entonces, por un momento, que el ser humano, en general, es bueno y solo se corrompe en situaciones específicas o a causa de la ignorancia. Ahora echemos un vistazo alrededor, busquemos información más allá de nuestro mundo cotidiano.

Según fuentes de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), cada segundo mueren en el mundo aproximadamente 2.000 animales terrestres, 345 millones al día aproximadamente, además de unos 140 millones de toneladas de peces. También somos responsables, de forma indirecta, de los siguientes datos. Más de 100.000 animales marinos mueren anualmente a causa del plástico, que puede tardar hasta un siglo en degradarse. Según informes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, aproximadamente 5.200 especies de animales se encuentran actualmente en peligro de extinción. En cifras más concretas, el 11% de las aves, el 20% de los reptiles, el 34% de los peces y 25% de los anfibios y mamíferos.

En cuanto a la violencia entre humanos, también se han publicado datos que se reflejan en el Estudio Mundial sobre Homicidios de 2019, presentado por Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (OUNDD).  En dicho estudio se expone que en 2017 un total de 464.000 personas murieron víctimas de homicidios, más que todos los fallecimientos en guerras ese mismo daño. Los conflictos bélicos serían un caso a tratar a parte.

Los muertos no lloranJulia Shaw es doctora en Psicología por la Universidad de British Columbia, y lleva años estudiando el lado oscuro de la psique humana. Afirma que el ser humano está programado para matar desde su aparición en escena en este planeta. El hombre ha matado animales para sobrevivir y ha matado a otros humanos, con total naturalidad, al sentirse amenazado, por territorialidad o cuando, sencillamente, puede obtener algún beneficio. Algunas conjeturas sostienen que el homo sapiens pudo provocar el genocidio neandertal que terminó con la especie. Lo que es una certeza es que el ser humano es un superdepredador que mata a más animales, y en un número superior, que cualquier otra especie.  Así pues, como afirma Shaw, el impulso de matar es algo esencial para la condición humana. O lo era. ¿Y lo sigue siendo?

Como la violencia parece ser parte de nuestra naturaleza, hemos tenido que crear normas, leyes, creencias y religiones que nos mantengan controlados. Matar es aparentemente reprobable, un tabú, pero con muchas excepciones. Aceptamos determinados homicidios y muertes violentas y los justificamos. Por ejemplo, cuando se mata en defensa propia, cuando los soldados liquidan a los enemigos o cuando se acepta la pena de muerte como acto de justicia. La terrible situación de los animales también escapa al tabú porque seguimos anclados en una mentalidad, que si bien en otros tiempos nos resultó útil, hoy día ni siquiera se ajusta las verdaderas necesidades del ser humano. Es más, nos estamos perjudicando como especie. Sin embargo, hay que reconocer un punto positivo y es que algunos animales ya han pasado a formar parte de nuestro grupo, en el que el asesinato solo se justifica en casos puntuales. Puede que esto sea el principio de un cambio.

En 2017 un total de 464.000 personas murieron víctimas de homicidios

¿Es el ser humano una especie hostil? Sin duda. Decía el científico Stephen Hawking, que habría que tener más cuidado en el afán de encontrar inteligencia extraterrestre. Que es ingenuo pensar que un encuentro con una civilización alienígena podría ser algo pacífico y amistoso. ¿Acaso lo fue Colón con los nativos americanos?

Pero para no quedarnos con tan mal cuerpo, pensemos en nuestros mejores recursos: la empatía y el amor. Las características más preciosas del ser humano, capaces de iluminar las regiones más oscuras de nuestra mente y controlar esos impulsos naturales que también son parte de nuestra naturaleza. Tal vez somos solo una moneda lanzada al aire. ¿Cara o cruz?

Autora: Noemí Alba, Activista por los derechos de los animales.

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