Cuando oímos la palabra gofio nuestra mente vuela a las islas Canarias. ¿Quién no sabe que este alimento ha sido, junto con el plátano, seña de identidad del pueblo canario? Sin embargo el gofio, con este o diferentes nombres, ha formado parte de la dieta humana desde tiempos inmemoriales en todas las regiones del planeta.

Gofio: redescubrimiento de un alimento milenario

Las civilizaciones precolombinas ya basaban su alimentación en harina de maíz tostado y al otro lado del mundo, la harina de cebada tostada sigue siendo parte esencial de la dieta tibetana. Desde hace unos años el gofio ha traspasado la frontera de las Islas Canarias y se produce y consume en el resto de España. Esto ha sido en gran medida debido al interés por este alimento milenario que ha resurgido en los últimos años, tanto a nivel nutricional como gastronómico.

El gofio es simplemente harina de cualquier cereal tostado, que en ocasiones se mezcla con harinas de legumbres tostadas, como garbanzos o habas, o incluso soja. En este “simplemente” radica su mayor virtud, pues es un alimento mínimamente procesado, al que el tostado no le quita ninguna propiedad nutricional, sino que mejora su conservación y su digestibilidad.

El gofio aporta todas las propiedades de los cereales integrales. Los cereales deben constituir una cuarta parte de la  alimentación de los adultos y de los niños y niñas a partir de los 2 años de edad, y la mayor parte de ellos deben ser integrales. La razón de esto es que los cereales integrales proporcionan energía de forma sostenida durante las horas siguientes a su ingestión,  evitando así los picos de azúcar e insulina en sangre que se producen tras comer azúcar, alimentos azucarados o harinas refinadas. Además, al conservar el germen y el salvado, aportan no solo fibra, sino una importante cantidad de vitaminas del grupo B, vitamina E, hierro, magnesio, selenio y otros minerales y fitoquímicos con propiedades antioxidantes y anti-inflamatorias.

El contenido proteico del gofio suele ser moderado y depende del cereal (7-8% en el maíz y el arroz;  12-14% en la avena, el trigo y la espelta). Los gofios que incluyen una pequeña proporción de harina de legumbres tienen mayor contenido de proteínas. El contenido en grasas es muy bajo. El mayor porcentaje corresponde a los hidratos de carbono complejos; el contenido en azúcar libre es muy bajo o nulo, lo que los hace muy apropiados en la dieta de las personas con diabetes.

Comer gofio es una excelente forma de incorporar a nuestra dieta más cereales integrales

Numerosos estudios han mostrado que consumir cereales integrales a diario se asocia con mayor longevidad y con un 20-25% menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y cáncer. El consumo diario de cereales integrales puede proteger frente a enfermedades como el asma, la gota, la artritis, la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa y frente a enfermedades neurodegenerativas.

Por tanto comer gofio es una excelente forma de incorporar a nuestra dieta más cereales integrales. Es una opción ideal para preparar las papillas de los bebés, y desde luego mucho mejor que las harinas de cereales refinados y dextrinados que se venden habitualmente para ellos. Además de papilla podemos mezclar el gofio con verduras cocidas y trituradas para hacer croquetas o albóndigas y que los bebés las coman ellos mismos con sus manos; o con puré de plátano y almendras molidas para hacer unas galletas sin azúcar.

Para niños mayores y adultos, simplemente disuelto en cualquier leche vegetal hasta que encontremos el punto de espesor que nos gusta, es una alternativa perfecta a las gachas de avena. Puede también usarse para hacer batidos y para preparar tortitas y crepes. Puede sustituir a la harina en la preparación de bizcochos, a los que da un sabor más intenso gracias al tostado. Estos bizcochos caseros pueden endulzarse con plátanos, dátiles, calabaza o boniato para evitar tener que añadir azúcar y hacerlos así más saludables. El gofio de cualquier cereal o de mezcla de ellos añade espesor y consistencia a las sopas de verduras y potajes.

Como ves hay infinidad de maneras, tanto dulces como saladas, de incluir el gofio en nuestro menú semanal. Solo se trata de empezar.

Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra | www.mipediatravegetariano.com

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