-MÓN- La Bassa es un espacio en la naturaleza donde habitan animales rescatados que invita a los humanos a convivir con ellos, respetarlos y amarlos.

MÓN - La Bassa, un santuario de doble propósito

Suena un teléfono en la oficina de FAADA. Alguien ha visto un gallo con mal plumaje en la calle. Un Ayuntamiento pide que alguien retire de manera ética de la vía pública un cerdo que podría causar un accidente. Se procederá al decomiso de las cabras y burros del caso de maltrato denunciado hace unos meses. Todos ellos casos reales de las últimas semanas.

Suena el teléfono que Laia Galeano lleva siempre encima. Sí, tiene sitio para un gallo. Sí, otro cerdo podría adaptarse al gran grupo que ya vive en su centro. Sí, podría acoger y mantener definitivamente a algunos de los animales del decomiso.

Laia ama a cada uno de los seres con los que se cruza y no duda en ofrecer su ayuda para sacarlos de una situación de maltrato o abandono, sin necesidad de ver una foto y sin limitarlo a ningún rango de edad. Si tiene un espacio adecuado para ese individuo, no le niega la entrada a un animal necesitado.

Además, Laia es una soñadora, desde que fundó la asociación –MÓN- La Bassa, en 2007, tenía claro que había que trabajar también para que la sociedad tuviese herramientas para cambiar y que, en el futuro, no hubiese más animales a los que rescatar. Por esa razón, su centro recibe visitas de escuelas, de familias y, en 2014 puso en marcha un proyecto propio de Escuela Viva, la Escola Petits Voladors, donde los niños y niñas conviven con los animales del santuario, aprendiendo a respetar y a valorar todo ser vivo, tenga piel, pelaje o plumaje. Esta filosofía es la que se fomenta desde la educación humanitaria, que busca maneras enriquecedoras, solidarias y positivas de relacionarse con la naturaleza y todos sus integrantes.

El Centro -MÓN- La Bassa, ubicado en el municipio de El Vendrell, provincia de Tarragona, es un espacio en la naturaleza donde habitan animales que invita a los humanos a convivir con ellos, respetarlos y amarlos. Un proyecto de santuario con el que FAADA colabora porque creemos firmemente en sus objetivos y en la forma de alcanzarlos a través del fomento de la empatía y la compasión en su proyecto educativo utilizando como vehículo la especial conexión que tienen los animales con los niños y niñas.

Cuando una persona visita La Bassa, el mensaje global salta a la vista: la convivencia armoniosa entre seres de distintas especies, sexos y edades. Pero nadie puede quedarse ahí. Acaban sabiendo que cada uno tiene nombre y pasado propio. Janis, Freddy, Pipo, Taques, Pozi, Berto… Laia y el resto de personal que atiende al público en el centro, se empeñan en explicar una y otra vez las historias de los animales. Porque saben que con cada historia hay un aprendizaje, que con cada historia hay una posibilidad de empatizar con una especie y con cada historia hay una opción de prevenir que la problemática continúe.

Fermín es un clásico en -MÓN- La Bassa. Comprado siendo un corderito con el objetivo de convertirse en un manjar navideño, vive gracias a que los hijos de la familia -que le habían alimentado a biberón durante varios meses- se negaron a que su amigo acabase en el plato. Por suerte, Laia estaba ahí para hacerse cargo de él y dejarle crecer para ser una oveja.

Suerte tuvo también Katy, una yegua que sirvió para la equitación y con la que aprendieron muchísimas familias hasta que su cuerpo no aguantó más y el dolor articular que padecía no le permitió seguir con el oficio encomendado. Su destino, como el de gran cantidad de caballos utilizados en estas prácticas en las hípicas de todo el país, estaba sentenciado: el matadero. Sin embargo, algunas de esas familias tuvieron claro que Katy merecía descansar en un lugar mejor y disfrutar de un buen retiro los años que le quedasen. Laia no dudó en ofrecerle un verdadero santuario donde nunca nadie más se le subiese encima.

Aunque actualmente es la especie mayoritaria en La Bassa, que cuenta con un centenar de individuos, Oing fue el primer cerdo vietnamita en llegar. Y, como tantos otros, procedía de una tienda que, aprovechando el tirón que tenían esos animales como mascotas y sin ninguna intención de informar sobre la realidad, vendía cerdos a cualquier persona dispuesta a pagar. Convivió los primeros años como uno más de una familia que se componía de personas y perros. Pero los cerdos vietnamitas crecen. Tardan unos 4 años en llegar a su tamaño definitivo, pero crecen. Y mucho. Oing se había hecho tan grande que se convirtió en un problema no sólo de espacio sino también de convivencia con uno de los perros, a quien hacía daño jugando. En La Bassa tiene la oportunidad de desarrollar sus instintos y comportarse como la naturaleza dicta, como un cerdo.

MÓN - La Bassa, un santuario de doble propósito

Laia Galeano ve cumplido un sueño, al tiempo que ofrece una vida mejor a animales víctimas de maltrato o abandono, -MÓN- La Bassa es una alternativa educativa a los zoos y a las granjas-escuela convencionales. A diferencia de estos negocios, un santuario no tiene ánimo de lucro y, por lo tanto, no utiliza a sus animales con esos fines, no los explotan; cada individuo es tratado como ser único con derecho a tener una buena vida. El motivo por el que están en el centro nunca es por una compra o transacción interesada sino para salvar su vida y aliviar su sufrimiento; además permanecen allí hasta que mueren de forma natural o por razones humanitarias. Con el objetivo de poder tener sitio para otros animales en necesidad, siempre se ponen medidas para evitar la reproducción de cualquier especie.

El santuario empezó con un terreno de 2.000 m2, donde vivían unas pocas decenas de animales. A base de rescatar y rodearse de personas maravillosas que han ayudado al proyecto, actualmente viven unos 300 animales y dispone de una finca adyacente a la inicial que cuenta con más de 38.000 m2. En ese espacio, cada mes, cientos de niños y niñas aprenden lo que es un cerdo, una cabra o un burro e interiorizan la problemática que les ha llevado a esa situación. Cada día, 40 familias confían en la escuela Petits Voladors para que sus hijos e hijas se eduquen con esos valores en las inmediaciones del hogar de tantos animales rescatados. Y la escuela crece cada año, con una perspectiva de futuro que abarca incluso la educación primaria.

De esta manera, Laia pone parches al presente al mismo tiempo que apuesta por cambiar el destino de una sociedad con un largo historial de explotación animal. Y, al igual que otras personas preciosas que han creado otros santuarios y refugios, se convierte en aliada de las entidades que denuncian maltrato, gestionan rescates y buscan alternativas éticas a la muerte.

Al otro lado del teléfono, en FAADA se respira alivio al saber que Andy, la cerdita vietnamita abandonada en pleno celo en un parque; y Napoleón, el gallo desnutrido aparecido en medio de la ciudad, están en buenas manos. Y sus historias servirán para que la sociedad del futuro sea más compasiva y su empatía con el resto de animales se refleje en sus actos.

Os invitamos a conocer –MÓN- La Bassa, un santuario en el que personas y animales conviven en armonía. Para más información y visitas al centro: www.monlabassa.org

faadaAutora: Carla Cornella, presidenta de FAADA (Fundación, para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales) | www.faada.org

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