Con este titular no voy a hablar de algo relacionado con el mundo taurino, sino que esta expresión popular se ajusta perfectamente al sentido que deseaba transmitir en este artículo. Quizás exista otra expresión sinónima en el rico idioma castellano para expresar esto mismo, pero no se me ocurre en estos momentos… sin duda esto es un tema para otro artículo, el del lenguaje especista, sobre hasta qué punto tenemos expresiones especistas plenamente normalizadas y que deberíamos intentar eliminar de nuestro lenguaje cotidiano. Por ejemplo, en vez de usar “matar dos pájaros de un tiro” estaría bien emplear algún giro que exprese lo mismo sin incluir la violencia hacia los animales… se me ocurre por ejemplo “liberar dos pájaros de una jaula”. Bueno, como digo este es otro tema y no quiero desviarme.

Coger el toro por los cuernos. Por David Román.

La expresión “coger el toro por los cuernos” hace referencia a enfrentarse a un problema o una situación complicada con determinación. Y esto precisamente es lo que hace falta en el momento presente en relación con la crisis climática y las medidas que habrá que adoptar para combatirla.

Entre el 2 y el 13 de diciembre se celebra en Madrid la reunión COP-25, un poco sorpresivamente al haberse anulado su celebración en Santiago de Chile debido a las revueltas sociales. Este evento es la Conferencia número 25 de las partes o países firmantes de la Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas. Ahora que el problema climático ha pasado a ser una de las principales preocupaciones de la ciudadanía, esta Cumbre Mundial del Clima es una magnífica oportunidad para que los decisores políticos alcancen acuerdos y que los países tomen medidas para enfrentar la crisis climática con determinación. Es decir, que “cojan el toro por los cuernos” y definan medidas eficaces en este sentido.

Entre las medidas que están poniendo sobre la mesa los expertos de la ONU para alcanzar los objetivos de control del calentamiento global, están las relacionadas con la producción de alimentos, incluyendo la reevaluación del uso que les damos a las tierras y de la agricultura mundial, así como del comportamiento que tenemos como consumidores. Las propuestas de dichos expertos, que sin duda se debatirán en esta cumbre, incluyen no solo mejorar la productividad de la tierra o desperdiciar menos alimentos, sino también persuadir a más gente de que su dieta no dependa tanto del ganado y de la carne. Y este ha sido un aspecto polémico que ha causado cierto revuelo este verano tras la publicación del informe del IPCC, ya que por primera vez se dejaba bien claro que nuestras opciones personales como consumidores pueden tener un efecto decisivo.

Los expertos afirman con gran énfasis que las dietas equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal representan una gran oportunidad para la adaptación y la mitigación del cambio climático, ya que de esta manera se reduce la demanda y dependencia de los productos ganaderos que tan negativo impacto ambiental tienen. Fomentar y facilitar la dieta vegetariana y la dieta vegana son acciones que deberán formar parte de la solución necesariamente.

Por desgracia, a menudo nos encontramos con que los decisores políticos se reúnen con muy buenas intenciones pero a la hora de la verdad no se adoptan medidas concretas para afrontar los problemas reales. Un caso que me ha llamado la atención es la reunión que tuvo lugar en Madrid en julio de 2019, el Foro Multiactor nacional sobre la Agenda 2030, celebrado con el objetivo de contribuir al proceso de definición de la Estrategia de Desarrollo Sostenible a través de un espacio de diálogo intersectorial que reunió a más de un centenar de expertos y expertas en desarrollo sostenible procedentes de la política, la administración, el sector privado, el mundo académico y la sociedad civil. En este foro, uno de los tres bloques de discusión fue el de la producción y consumo de alimentos. Pero no deja de sorprenderme que, si leemos su informe de conclusiones, no se hace mención de la ganadería ni del consumo de carne ni una sola vez. Nada. Cero.

El informe es un catálogo de buenas intenciones, pero ni siquiera pasan de puntillas por el tema del impacto que tiene la producción ganadera; directamente se omite o mejor dicho se evita nombrarlo. Se utilizan expresiones como “alimentación saludable” y “alimentación sostenible”, pero que en este caso podemos considerar como eufemismos para evitar mencionar directamente el consumo de carne. ¿Podrá deberse a que entre los participantes estaban también organizaciones de ganaderos, y quizás hubo un consenso expreso para no cuestionar a un sector económico que es tan influyente y poderoso? No sé. Es como aceptar que sí, hay que llevar una dieta saludable, pero que no nos toquen nuestra carne, nuestro jamoncito, nuestros lácteos. Y como no es de extrañar, en los resultados de la encuesta que desarrollaron, podemos ver que entre los ámbitos que consideran más urgentes para que incida la Estrategia de Desarrollo Sostenible no destacan precisamente las emisiones de la cadena alimentaria, ni las dietas saludables, ni la obesidad y malnutrición, ni el bienestar animal, que están valorados como “urgentes” pero no “muy urgentes”. Señoras y señores, esto no es “coger el toro por los cuernos”.

Así pues, ante el desafío que representa la COP-25, los decisores políticos tendrán que tomar decisiones valientes y definir medidas concretas para llevar a la práctica estas aspiraciones. No pueden confiar simplemente en que la ciudadanía liderará el cambio; deberán implantar medidas para promover e incentivar ese cambio de hábitos. Algunos de los puntos que deberán afrontar sin duda son:

  • Revisar las subvenciones de la PAC (Política Agraria Común), pues no tiene sentido que se siga subvencionando la producción ganadera cuando la ONU y la FAO insisten en fomentar el consumo de alternativas vegetales para la reducción del consumo de carne. A lo mejor habrá que subvencionar los productos alternativos, digo yo.
  • Si se habla de establecer tasas al CO2, también habría que aplicarlas sobre la producción de carne, como potente generadora de emisiones que es. Esto sugeriría revisar el tipo impositivo de los alimentos. En España por ejemplo, a la carne se le aplica el IVA de alimentación del 10%, si bien la leche y los huevos gozan del tipo superreducido del 4% por considerarse de primera necesidad, pero por ejemplo a las bebidas vegetales se les aplica el 10%. Como sugieren los expertos, si los políticos han de tomar medidas para reducir el consumo de productos ganaderos fomentando el consumo de alimentos vegetales, todos estos aspectos económicos tendrán que ser abordados.
  • Promover la reducción del consumo de productos animales desde las administraciones públicas, predicando con el ejemplo, y por tanto con un compromiso claro de trasladar esas medidas a las compras públicas de alimentos y a los menús ofrecidos en restauración colectiva de todas las instituciones públicas, como por ejemplo, las escuelas, en las que ya es necesaria e inaplazable la existencia de la opción vegetariana como derecho para las familias que deseen optar a ella.

En fin, sin lugar a dudas la COP-25 es una excelente oportunidad, incluso podríamos decir que una ocasión histórica, para pasar a la acción de verdad. Por favor, señores políticos, no la dejemos escapar.

Autor: David Román, Unión Vegetariana Española

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