Cuenta Pat Brown, bioquímico estadounidense de la Universidad de Stanford, que con el objetivo de hacer posible la reducción paulatina de la ganadería destinada a alimentación y evitar el enorme impacto que esta tiene sobre el clima, el agua, la biodiversidad y la seguridad alimentaria, y teniendo en cuenta que la demanda de carne, pescado y productos lácteos crece en el mundo, fundó Impossible Foods.
Es esta empresa la que después de varios años de trabajo en Investigación y Desarrollo sacó al mercado en 2016 la “hamburguesa imposible”, absolutamente vegana pero con el sabor y el aspecto de la carne, gracias a la molécula “hemo” que contiene hierro y que es la que hace que nuestra sangre sea roja.
Los científicos de Impossible Foods han conseguido producir hemo sin usar animales, usando células de levadura en las que introducen un gen vegetal que codifica la proteína llamada leghemoglobina de soja que se encuentra de forma natural en las raíces de la planta. El resultado es una molécula igual a la de procedencia animal. La modificación genética necesaria para conseguir la leghemoglobina y las pruebas en ratas son seguramente los dos aspectos más controvertidos del invento.
Han sido cuatro años de estudios en seguridad alimentaria, para descartar toxicidad y alérgenos de cualquier tipo, y en 2014 concluyeron que esta proteína es segura para el consumo humano. Sin embargo, la FDA, (agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de alimentos, medicamentos, cosméticos, aparatos médicos, productos biológicos y derivados sanguíneos), ha requerido más datos sobre alérgenos antes de dar su visto bueno. La hamburguesa vegana de Impossible Foods contiene alérgenos potenciales: el trigo y la soja, pero lo indica claramente en su etiquetado. Aunque la decisión positiva de la FDA no es imprescindible para sacar al mercado nuevos productos, la compañía ha requerido su aprobación. Ya presentados los nuevos datos la empresa espera que la FDA concluya que este producto es absolutamente seguro y cumple con todos los requisitos.
Impossible Foods sacó al mercado en 2016 la “hamburguesa imposible”, absolutamente vegana pero con el sabor de la carne
Pat Brown en una carta dirigida a todos dice: “Estoy seguro de que la “hamburguesa imposible” es la hamburguesa más segura y probada de la historia. En contraste, la hamburguesa alternativa de origen animal es uno de los alimentos menos seguros y menos probados del mercado.”
La respuesta ha sido muy positiva tanto por parte de los consumidores como de los inversores entre los que se encuentra el fondo Khosla Ventures, el confundador de Microsoft Bill Gates y el multimillonario asiático Li Ka-Shing.
La empresa manifiesta con orgullo que desde su entrada en restaurantes a pequeña escala ya se ha reducido la huella destructiva de la producción de carne en tierra equivalente a la mitad del tamaño del Central Park de New York y que se ha ahorrado el agua que beben de promedio en un año 50.000 estadounidenses. También han calculado que más de cien vacas se han salvado de morir. Para cualquier pregunta tienen el siguiente e-mail hello@impossiblefoods.com
La producción de “carne vegetal” puede ser de gran ayuda para evitar el sufrimiento de millones de animales y un respiro para el planeta en términos de contaminación
Al consumidor vegano no le hacen ninguna falta este tipo de productos, al contrario, al parecerse tanto a su símil de procedencia animal le producen cierta repulsa, pero hay que admitir que la producción de “carne vegetal” puede ser de gran ayuda para evitar el sufrimiento de millones de animales y un respiro para el planeta en términos de contaminación si se generaliza su producción y su consumo entre los omnívoros, millones de humanos que no se plantean el cambio de dieta en favor de los animales, a quienes pesa más la atracción que sienten por el sabor de la carne que su conciencia, pero que sí les puede motivar el que esta hamburguesa sea de sabor y textura igual a la de vaca o ternera, más segura sanitariamente, y más económica quizás.
Desde luego más económica si el precio de los productos fuera acorde a su coste real (en contaminación medioambiental y sufrimiento animal) como se ha empezado a apuntar en los ámbitos políticos de regulación de la Unión Europea en los términos de que “quien contamine más pague más” y no lo contrario.
Autora: Montse Mulé, Redactora, Eco- Animalista
Bueno y Vegano Octubre 2017
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