Muchos veganos optan por comprar productos vegetales que imitan las formas y los sabores de hamburguesas, albóndigas, salchichas, bistecs o chorizos tradicionales. ¿Es carne vegana? Pero, ¿cambiarían las hamburguesas de seitán o tofu por las de carne in vitro, también llamada carne de laboratorio o carne cultivada?
«Dentro de 50 años, escaparemos del absurdo de criar un pollo entero para comer la pechuga o las alas, cultivando estas partes separadas en un medio adecuado», escribía Winston Churchill a inicios de los años 30. Hoy, la predicción del político británico está cada vez más cerca de convertirse en realidad: en menos de cinco años será posible encontrar en el mercado carne de laboratorio, rebautizada como supercarne con fines publicitarios, según diversas empresas que trabajan para lograrlo.
Algunos chefs ya han ideado incluso posibles creaciones culinarias con el innovador ingrediente. Entrantes de nuggets de dodo con miel y mostaza para dipear, coloridas y proteínicas albóndigas de plato principal y una combinación de arándanos y ternera de postre. Como éstas, un total de 45 recetas -que todavía no se pueden cocinar- conforman el libro In Vitro Meat y la carta de un restaurante ficticio virtual, creado por Next Nature Network y Submarine Channel para reflexionar sobre los retos de la alimentación.
El futuro escenario lleva siendo divisado desde hace décadas. El holandés Willem Van Eelen (1923-2015) fue uno de los pioneros en apostar por la producción de carne sin tener que criar y matar animales. Empezó a dedicarse a ello a finales de 1940, pero no fue hasta la década de los 90 cuando los avances en las técnicas de clonación y la ‘ingeniería de tejidos’ permitieron producir carne a partir de células madre, extraídas de animales vivos sin ocasionarles daños, según afirman los científicos. Éstas se colocan en un medio de cultivo propicio para que con la ayuda de nutrientes naturales crezcan y se reproduzcan de manera independiente al animal.
Actualmente, los investigadores buscan reducir los costes de producción para poder comercializar la carne in vitro a gran escala
Van Eelen, conocido como “el padrino de la carne in vitro”, consiguió las primeras patentes en 1999 e inició un programa ambicioso en la Universidad de Maastricht (Países Bajos) que, de manera indirecta, dio lugar a la primera hamburguesa de carne fabricada en un laboratorio a partir de unas pequeñas muestras de tejido muscular tomadas de una vaca.
La hamburguesa, de 140 gramos y formada por 25.000 fibras individuales, era el resultado de cinco años de trabajo y unos 250.000 euros de inversión (financiada por el co-fundador de Google Sergey Brin). Fue presentada por su creador, Mark Post, de la empresa Mosa Meat, en agosto de 2013, en Londres. Cocinada in situ, dos críticos gastronómicos la probaron: alabaron la textura y echaron en falta grasa y el sabor de la sangre.
En febrero de 2016, llegó la primera albóndiga de carne in vitro de la mano de la start-up californiana Memphis Meats con un precio estimado de 1.000 euros por unidad. La empresa, que espera lanzar sus productos al mercado en 2021, anunció en marzo de este mismo año que había producido también carne de pollo y pato sin matar animales.
La compañía neoyorquina Modern Meadown produce carne vegana y cuero mediante la tecnología de impresión 3D. Por su parte, la israeliana SuperMeat, gracias al micromecenazgo, también ha empezado a trabajar para obtener productos cárnicos en el laboratorio.
Actualmente, los investigadores buscan reducir los costes de producción para poder comercializar la carne in vitro a gran escala. Para ello, y para cortar toda relación con la industria cárnica, tratan de sustituir el caro medio de cultivo utilizado hasta ahora para alimentar las células -suero sanguíneo proveniente de animales, mayormente de fetos bovinos- por un medio de cultivo vegetal, como podrían ser algas.
De conseguir precios competitivos, estaríamos ante una revolución en el ámbito de la alimentación. Pero, ¿qué hay de la liberación animal? En su mayoría, las asociaciones animalistas apoyan la producción industrial de carne cultivada porque evitaría matar a los más de 60.000 millones de animales terrestres que cada año acaban emplatados tras unas vidas de sufrimiento y muertes crueles. Con el nuevo escenario, los mataderos pasarían a formar parte de los libros de historia y serían reemplazados por laboratorios. Sólo habría que mantener granjas con animales donantes para obtener las células.
En 2008, la organización People for Ethic al Treatment of Animals (PETA) ofreció un millón de dólares (unos 838 millones de euros al cambio actual) al laboratorio que fuera capaz de producir comercialmente carne de pollo. Pronto, surgieron algunas voces críticas dentro del mismo movimiento: algunos sectores lamentan que la carne cultivada no cuestiona el consumo de la carne, sino que lo legitima. Otro de los recelos ante el despegue de este sector es el riesgo de que la alimentación mundial pase a estar controlada por unas pocas empresas que aglutinen todas las patentes.
El modelo de ganadería industrial actual no sólo causa sufrimiento a cientos de millones de animales, sino que también tiene un nefasto impacto para el medio ambiente y la salud humana. Porque contribuye a la degradación del suelo, a la contaminación de tierras y de aguas y al cambio climático: causa más emisiones de gases de efecto invernadero que la industria del transporte. El sector pecuario es responsable del 9% del dióxido de carbono procedente de las actividades humanas y de otros gases mucho más perjudiciales como el metano -37%- y el óxido nitroso -65%-.
Asimismo, un tercio de las tierras fértiles del mundo se utiliza para cultivos agrícolas destinados a alimentar a los animales, que, a su vez, usan el 30% de la superficie fértil del planeta y consumen agua en una cantidad de cinco a diez veces mayor que el cultivo de plantas, según datos de las Naciones Unidas. Por si fuera poco, los antibióticos y las hormonas que se suministran a los animales dañan también la salud de los humanos.
Sin embargo, a pesar de los aspectos sombríos de la industria de la carne y de la necesidad de una disminución de su consumo, la tendencia mundial es la opuesta. Al mismo tiempo que aumentan las personas vegetarianas y veganas, sobre todo en los países occidentales, también son cada vez más quienes quieren comer carne a mansalva al precio más barato posible sin pensar en cómo se ha conseguido. Forma parte hoy del 90% de las dietas de la humanidad.
Con el nuevo escenario, los mataderos pasarían a formar parte de los libros de historia y serían reemplazados por laboratorios
Para el año 2050 se espera que la población mundial supere los 9.000 millones de personas, más terrícolas con ganas de hincar el diente a este producto. Su consumo aumenta constantemente a medida que los países se hacen más ricos -principalmente en los países emergentes del sudeste asiático- y las Naciones Unidas estiman que la producción mundial de carne se duplicará desde los 229 millones de toneladas de principios de este siglo a unos 465 millones de toneladas en 2050. ¿Cómo proporcionar la misma cantidad que se ingiere en los países desarrollados a todo el mundo con un modelo de producción insostenible?
La (carne vegana) de laboratorio se presenta como una de las mejores opciones, si bien, a priori, el consumidor podría mostrarse reacio por considerarla antinatural. No obstante, son muchas las expectativas puestas en este sector y la carrera por conseguir hacerse un hueco en el mercado ya ha empezado. Más allá de las cuestiones éticas y morales, como el sufrimiento animal y la seguridad alimentaria, también es un negocio muy suculento: la industria de la carne mueve sólo en España unos 22.000 millones de euros cada año. Sin duda, la de laboratorio traerá un balance aún más positivo para el planeta y todos los animales, incluido el ser humano.
Autora: Cristina Fernández, Periodista & Blogger – www.paladarvegano.blog
Bueno y Vegano Octubre 2017
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