Blanco y en botella: leche, oí decir cierto día a una médico que me atendía; y me sorprendió. ¿Cómo podemos quedarnos en la total superficie de las cosas?

Leche OGM pastillas transgénicos

Parece una sana manzana pero por dentro está repleta de restos de los insecticidas y pesticidas que se han usado en su cultivo; parece un sano tomate pero por dentro lleva genes de pescado que le permiten aguantar mejor las heladas, o de cucaracha, ¡sí, de cucaracha! La ingeniería genética encuentra ventajas a este tipo de mezclas… Parece sana leche, pero es el resultado de la violación, con constantes inseminaciones, de las vacas, y el robo sistemático de sus terneros para el enriquecimiento de las industrias láctea y cárnica.

Las apariencias engañan y los eufemismos llaman a las cosas por otro nombre que no es el suyo, “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o mal sonante”, nos apunta el Diccionario de la Lengua Española al respecto. Por mucho que nos despistemos poniendo nombres atractivos y queramos mantener los ojos cerrados, el jamón se obtiene después de matar a un cerdo inocente, e ignorante de que su sabor alarga los dientes y despierta las glándulas salivares de muchos y la codicia de otros cuantos. Por cierto, la industria porcina gana su dinero a expensas del sufrimiento animal pero también del humano, al contaminar las aguas subterráneas de grandes zonas y verter los residuos secos en campos abiertos, y al ser tal la cantidad de purines amplían su zona de acción a más y más extensos territorios.

Leí hace unos días “Tememos al TTIP pero el enemigo lo tenemos en casa”. Es así. En Francia saben bien lo que es torturar a patos y ocas para obtener el foie, uno de sus productos nacionales emblemáticos, práctica que deja por los suelos su imagen de pueblo civilizado. La maldad es sibarita y si el foie gana en aroma no pasa nada por emborrachar al pato antes de su ejecución para que su hígado añada el sabor del cognac o del armagnac.

Multitud de especies animales maltratadas en vida, atiborradas de antibióticos y piensos transgénicos, llevadas al matadero en muchos casos largos recorridos en condiciones infraanimales, y allí muertas sin ningún reparo para ser expuestas a la venta en tiendas y supermercados, como si fuera lo más normal. Mariscos y caracoles además, no gozan ni del atenuante del “aturdimiento previo”, que tranquiliza a algunos, al ser abiertos en agua hirviente, cortados vivos con tenazas o arrojados al fuego como Juana de Arco.

Desgraciados animales a los que ningún respeto se les tiene como los conejos, los corderos, los caracoles, ¡hasta se intenta aumentar el consumo de caballo! Cuanto más arriba en la línea evolutiva parece que duele más su maltrato, los mamíferos por ejemplo, tan parecidos a nosotros…

Comer carne es igual a comer cadáveres, por muy sabrosos que estén y se presenten preparados de forma que no recuerden al animal vivo, cosa que algunas personas aprecian aunque por lo general está tan arraigada su presencia en el plato que a pocos (cada vez a más gracias a la evolución positiva de la humanidad) parece que les moleste tener una pierna de cordero con su hueso en la mesa o una de cerdo en la cocina.

Aunque moleste la imagen, la honestidad obliga, al pan, pan, y al vino, vino. Y al animal muerto, cadáver.

Autora: Montse Mulé. Activista por los derechos de los animales
Bueno y Vegano Junio 2017