Bollería industrial, patatas fritas, margarinas, platos precocinados, chocolates, piensos, productos de cosmética y de limpieza… todos tienen un ingrediente en común: el aceite de palma. En los últimos 30 años, este preciado líquido se ha convertido en un componente indiscutible de gran parte de los productos que podemos encontrar en los lineales de los supermercados por su versatilidad y bajo precio. Pero, ¿qué coste tiene para el medio ambiente?, ¿y para la salud?

El alto precio del aceite de palma

La palma africana de aceite o palma aceitera (Elaeis guineensis) es una planta perenne originaria del golfo de Guinea que puede vivir más de 100 años y superar los 40 metros de altura. Bajo cultivo, no supera los 20 años y su tronco robusto llega hasta los 12 metros de altura. En la copa, nacen y maduran unos frutos rojos, que alcanzan el tamaño de una aceituna grande, de los que se obtiene dos tipos de aceite: el de palma (de la pulpa) y el de palmiste (del hueso).

El aceite de palma se puede usar crudo -para aliñar ensaladas, por ejemplo, como el aceite de oliva-, y refinado. Esta materia prima se comporta mejor a altas temperaturas que algunos otros aceites y grasas, y mantiene una textura suave y cremosa. Asimismo, también se destina para alimentar al ganado y a los agrocombustibles.

Por todo ello, es el aceite vegetal más utilizado en el mundo. Se produce en regiones tropicales de Asia, África y América del Sur. Indonesia y Malasia lideran la producción (ambos países suman el 85% del total) y la exportación (con el 90% del total); mientras que India, la Unión Europea y China son las regiones que más importan, según datos del pasado octubre del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

El alto rendimiento del cultivo y la creciente demanda han provocado una rápida extensión del mismo por los valiosos ecosistemas tropicales con consecuencias dramáticas: la devastación de bosques y de reservas de carbono, así como la degradación del medio ambiente y la destrucción de hábitats que ponen en peligro la supervivencia de numerosas especies como el rinoceronte y el tigre de Sumatra y el orangután de Borneo. El cambio del uso de la tierra de bosques a monocultivos intensivos también causa el calentamiento de la superficie: hace más vulnerable la región a los incendios forestales y contribuye al cambio climático.

Las grandes plantaciones de palma aceitera suelen estar controladas por unas pocas grandes empresas, según denuncian organizaciones ecologistas, que mediante expropiaciones están acaparando las tierras de los más pobres del planeta. Las compañías también han sido denunciadas por las condiciones pésimas de los trabajadores e incluso por explotación infantil.

aceite de palma deforestación

La problemática ha llegado hasta el Parlamento Europeo

El abril de 2016 los eurodiputados aprobaron una resolución en la que pedían a la Comisión que refuerce las medidas ambientales para prevenir la deforestación relacionada con el aceite de palma y la eliminación de éste como componente de los biocombustibles antes de 2020. También, y previo reconocimiento de la existencia de varios sistemas de certificación voluntarios que promueven el cultivo sostenible,  proponen la creación de un sistema de certificación único, que incluya también a los pequeños productores, para asegurar que el aceite de palma no se ha producido causando deforestación, daño ecológico, ni dando lugar a conflictos o problemas sociales.

Ya en 2004, productores, distribuidores, fabricantes y ONG’s constituyeron la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO, según sus siglas en inglés) que aboga por un etiquetado transparente y por una certificación de sostenibilidad y justa. Esta iniciativa internacional voluntaria ha creado el Certified Sustainable Palm Oil (Aceite de Palma Sostenible Certificado). Sin embargo, la mayor parte del aceite que se comercializa no está bajo este control.

El intenso debate sobre el aceite de palma ha ido más allá de sus efectos para con el medio ambiente

El pasado abril, la controversia se coló en nuestro día a día cuando algunos medios de comunicación pusieron el foco sobre los daños que causa el aceite de palma a nuestra salud. Tras el revuelo, varias cadenas de supermercados empezaron a limitar los productos con este ingrediente y las empresas también anunciaron que buscarían alternativas.

El aceite de palma es un producto con alto contenido de ácidos grasos saturados, sobre todo el ácido palmítico, poco saludables y recomendables, ya que se asocian a un aumento del colesterol, la arteriosclerosis y enfermedades cardiovasculares. No obstante, este tipo de ácidos están presentes en todos los aceites vegetales -incluso en mayor cantidad en el de coco- y en otros productos como la mantequilla y las grasas animales.

“Es recomendable una reducción en la ingesta de grasas saturadas, limitando su consumo a menos del 10% de las calorías totales de la dieta diaria. Así mismo se debe favorecer el consumo de grasas insaturadas, preferiblemente monoinsaturadas como las del aceite de oliva”, afirma la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN). Este organismo afirma que “no existen, a día de hoy, motivos de seguridad alimentaria que justifiquen una prohibición del aceite de palma” porque en proporciones autorizadas y correctas no perjudica nuestra salud.

Dejando a un lado la composición del aceite de palma, el pasado mayo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó un informe titulado Contaminantes presentes en los aceites vegetales fruto de su procesamiento en el que revela la presencia de compuestos potencialmente carcinógenos en los aceites vegetales como resultado de los procesos de refinado. Y es que cuando se aplican elevadas temperaturas (más de 200 ºC) sobre alimentos ricos en grasas aparecen compuestos químicos (como el 3-MCPD, el glicidol, los ésteres glicidílicos y el 2-MCPD) que están siendo estudiados por su carácter genotóxico y carcinogénico.

Afortunadamente, desde diciembre de 2014, los consumidores tienen información específica sobre el tipo de aceites vegetales que llevan los productos que compran. Sólo hay que dedicar un poco de tiempo a desgranar la lista de ingredientes, un esfuerzo que tiene recompensa.

Autora: Cristina Fernández, Periodista & Blogger, www.paladarvegano.blog

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Publicado en Bueno y Vegano Junio 2018

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